viernes, 30 de octubre de 2020

NO TODOS SON IGUALES

 



Está claro que, por lo que se oye a todas horas, no goza de buena salud la política, y mucho menos los políticos, que se salvan pocos y, en la opinión de muchos, ninguno. Bien, está bien, o no tanto, porque no es bueno ni justo generalizar: todas las mujeres son... y uno enseguida salta y dice, por favor, mi madre, no, y eso lo decimos todos los hijos de nuestras madres, me imagino que sin excepción. No, no insistas, no todos son iguales, y las mujeres tampoco. Así que cambia el disco, que está rayado, y no funciona porque es mentira. O es una banalidad o una estupidez, como más te guste. Lo digo, sí, ¿cómo van a ser iguales Isabel Díaz Ayuso y Manuela Carmena? Por favor...

Pero vayamos por partes, si queremos ser honestos, imparciales, mínimamente inteligentes: ¿Nos metemos con los jueces, si nos atrevemos, que pareciera a todas luces, claro que por obligado cumplimiento, una casta intocable y sagrada? Porque, aquí, entre nosotros, a media luz y la voz en leve susurro habría tela que cortar para rato y un día largo de cuaresma. Como ha subrayado recientemente Almudena Grandes, “el abismo que, con demasiada frecuencia, se abre entre su criterio (el de los jueces) y el de los ciudadanos que les pagamos el sueldo”. Y no todos son iguales, por fortuna.
¿Hablamos de los obispos?, vamos allá, y ya nos advirtió el clásico que con la Iglesia es mejor no topar, aunque la verdad es que ya nadie habla de ellos, ya era hora, porque siguen plagiando y copiando el mismo mensaje durante 20 siglos, por mucha palabra de Dios que prediquen, porque alguna actualización sería imprescindible, y son muchos siglos sin renovarse, y ya no se habla de ellos, insisto, a no ser por algún escándalo nefando o alguna opinión propia de tiempos lejanos? Dicho lo cual, quiero creer que no todos sean iguales.
Los militares tampoco, aunque pareciera mentira, y ahora son más las diferencias y menos las similitudes, pues aunque algunos sigan mirando hacia atrás, tiempos del Cid, de los Reyes Católicos, o mismamente de Franco Bahamonde, los hay demócratas y defensores de la Constitución, digamos que los más. No todos son iguales. ¡Qué tranquilidad y sosiego!
¿Pasamos revista a escritores, periodistas y tertulianos que se atreven a pontificar, y pontifican con ganas y orgullo patrio, algunos, sobre todos los temas de todas las disciplinas posibles, y hasta aquellos que en su día fueron tus predilectos y que ahora no aguantas, salvando muchísimas y honrosas excepciones, que las hay? No, no todos son iguales, claro está. Podría dar muchos nombres. Podríamos.
Y si bajamos al ruedo de la ciudadanía, siempre y ahora en este terrible tiempo de pandemia, ¿no es cierto que hay un grado muy alto de responsabilidad y lecciones de buen hacer y ejemplar comportamiento al lado de multitud de grupos de bodas, comuniones y bautizos, jóvenes que siguen a su bola con sus consabidos botellones y bailes bien apiñados y sin mascarilla alguna, y reuniones familiares que terminan en claros brotes de contagio masivo penoso y a la postre trágico? Pero por mucho que de forma cansina y llorona digas que se han perdido los valores, no es verdad que se hayan perdido todos, bueno, algunos por fortuna sí, y otros nacen con fuerza para mejorar y engrandecer el paisaje social. Lo que pasa es que tú te olvidas de cuando eras joven. Y si hablamos de los jóvenes, pues lo mismo, no todos son iguales, ¿cómo van a ser todos iguales?
Por favor, un respeto a cuantos y cuantas me seguís, y no por doraros la píldora, para mí no sois iguales, ni entre vosotros ni entre vosotras, ni con el resto. Un respeto.
https://youtu.be/x7lfzARGXGw Bruce Springsteen - Dancing In the Dark

lunes, 26 de octubre de 2020

NI MODERNOS NI ANTIGUOS, ACTUALES

 



Acabo de leer una frase tan corta como antológica que me parece, a todas luces, una auténtica perla. “De mayor no quiero ser moderno, sino actual”, de Andreu Buenafuente, dicho en una entrevista para la contraportada de “EL PAÍS.

Pues eso. Nada de modernos, porque se nos ve el plumero por todos los ángulos. Tenemos muchas arrugas para serlo, demasiadas cicatrices que da la vida sin venir a cuento, la mayor parte de las veces, cuando nos trata mal, a lo que no hay derecho, y tropiezos de los que no acabamos de aprender porque volvemos a tropezar y no aprendemos ni de los animales, incluidos los asnos.
Actuales, con la fijación constante de estar al día, somos también de este siglo los nacidos en el otro, nos importa el hoy, el instante para aprovecharlo al máximo, ya lo sabes: carpe diem, carpe noctem, carpe viam, y dado que la vida se va acortando a velocidad de vértigo no hay que mirar atrás sobre lo hecho, sino lo que está a punto de caer, lo que hay que seguir haciendo en un presente continuo y comprometido. Desde que abrimos la ventana al levantarnos para respirar el aire puro de la mañana, al kiosquero que nos vende el periódico y a la panadera el pan de cada día... dánosle hoy. Y así, todo seguido, ir haciendo el camino, que no está ni hecho del todo ni terminado, ya lo sabes: al andar se hace el camino, no hay otra, y nos falta mucho trecho faltándonos tan poco, que toda la eternidad puede caber en un minuto, cuando este se vive con intensidad mayúscula.
Lo de ser modernos se deja para la juventud y los amantes y obsesionados con estar a la moda, cueste lo que cueste, pero cuando se ha entrado en años, a las canas les traen al fresco la moda última y su último grito. Y está bien que así sea cuando se han visto tantas y algunas pasar de la noche a la mañana sin el menor ruido.
Lo de ser antiguos, aunque algunos se empeñen y se refocilen y regocijen en serlo, no debería llevarse nunca, a no ser para respetar y admirar lo bueno que hubo y agradecidos eternamente porque somos lo que somos gracias al pasado y sus protagonistas, pero ese es otro cantar. Las nostalgias y los deseos de que vuelva la Reconquista, el Cid o los Reyes Católicos es perjudicial para la salud y hasta para el aire que respiramos, porque hoy son otros aires y valores y otros líderes a quien seguir, otras conquistas a realizar con los representantes que elegimos para que nos gobiernen y las mimbres que todos tenemos entre las manos para una sociedad, si no mejor, menos mala y siempre más decente. La vida nos empuja hacia adelante y volver la vista atrás nos puede convertir en estatuas de sal. Mala cosa.
Actuales, y de paso preocuparnos y ocuparnos del hoy que se nos va de las manos, a nada que nos despistemos, y del futuro próximo, del que somos responsables, aunque su duración sea de pocos días o de unos años, y después no serán ya ni nuestro reino ni nuestros dominios. En estos momentos con pasión esperanzada de que este virus maldito pase de largo de una maldita vez.
Y quede claro, yo, de mayor ¿? no quiero ser ni moderno ni antiguo, sino actual. ¿No te pasa a ti lo mismo?
https://youtu.be/k_J3Q27cq0Y Rozalén - Este Tren. Lo más actual de esta gran mujer.

viernes, 23 de octubre de 2020

LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAN

 


Naturalmente, los hombres también lloran, lo tonto, raro y absurdo es que no lloraran, que no lloráramos. No hay razón alguna para no hacerlo. Lloró Federer cuando perdió con Nadal y este tuvo que consolarle, porque Rafa Nadal sabe ganar y sabe perder. Y lloró Nadal, o a punto estuvo, cuando ganó el 13º Roland Garros. Lloró el Cid Campeador, nada menos que el Cid, al inicio del Cantar que lleva su nombre: “Con lágrimas en los ojos, muy fuertemente llorando”. Lloró Gilgamesh, el rey de la ciudad sumeria de Uruk, en una de las más antiguas epopeyas de la historia, al morir su mejor amigo, “gimiendo como un pichón durante toda la noche”. Y con la primera luz del alba, gritó: “Que los senderos del bosque te lloren, que te lloren los ancianos, que te llore el oso, la hiena, la pantera, el chacal, la pantera, que te llore el río Éufrates, que te llore el granjero y el cervecero que te elaboraba la mejor cerveza”. Aquiles lloró junto al mar en la Ilíada, porque Agamenón -líder principal del ejército griego- lo ha ofendido quitándole a la esclava Briseida. Sabía llorar El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y así se lo hace saber a su escudero: “Maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condición; yo imagino que eres hecho de mármol, o de duro bronce, en quien no cabe movimiento ni sentimiento alguno. Yo velo cuando tú duermes; yo lloro cuando cantas”.
Lloramos los hombres, unos más que otros, yo en cualquier película que se pone un pelín melodramática, y lo mismo en la vida real. Lloramos los hombres y no hay motivo alguno para no hacerlo, aunque alguien nos dijera en nuestros primeros tiernos años que los hombres no lloran, cuando llorábamos por todo, ¿por qué se lo habrían dicho a ellos sus antecesores y así hasta llegar al mundo de la insensatez de los tiempos lejanos? Ya Heráclito filósofo de la Grecia clásica nos advirtió con uno de sus aforismos si seguimos lo que nos han trasmitido unos y otros: “No hay que hablar y actuar como hijos de nuestros padres”, refiriéndose al cuidado que tenemos que tener con las normas, valores, principios de autoridad y costumbres, repitiéndolos sin pasar por el pensamiento propio y el juicio crítico.
¿No lloramos por querer poner la masculinidad más arriba de lo debido? Este aspecto lo analiza el psicólogo Alberto Álamo sosteniendo que no hemos construido una masculinidad sana, fomentando un clima de desigualdad entre hombres y mujeres, sin reforzar algunas de las conductas más bellas que existen, como la de los cuidados emocionales.
Ya hemos quedado y lo vamos asumiendo que el cuidado de los otros no tiene por qué ser tarea exclusiva de las mujeres, y que los sentimientos y las emociones, con su expresividad concomitante no debe ser ajena a ningún hombre y que el cariño, los afectos, las lágrimas y las caricias también nos pertenecen y conforman una personalidad mucho más rica e interesante.
Ya lo sabes, ya lo sabemos, ese “los hombres no lloran” no deja de ser una patraña más a descartar y alejar de nuestras vidas, porque llorar es hasta hermoso y, por encima de todo, muy humano y una cualidad del homo sapiens. Y contra el "no llores, anda, sé un hombre", está la opción valiente y sincera: Llora, eso es señal de que eres todo un hombre.
https://youtu.be/KzEFQW9CXGc Concierto de Aranjuez - Joaquín Rodrigo II. Adagio / Pablo Sáinz-Villegas. Si has llegado hasta aquí, te invito a escuchar esta perla única. La versión es fantástica.

lunes, 19 de octubre de 2020

ANTE EL NUEVO CURSO

 Hemos comenzado el curso bajo esta luz amarilla de otoño y estamos a oscuras, sobre todo, en lo relacionado con la educación de adultos y personas mayores, cuando tanta luz nos falta a todos y no digamos nada del calor de la presencia y sus miradas, la sonrisa medio abierta, la rotunda y luminosa carcajada y la espléndida convivencia que se crea en los grupos. ¡Cuánto daño nos está haciendo esta maldita pandemia! Y lo hemos comenzado a través de Internet, porque se han prohibido las sesiones presenciales. Yo tenía hilvanados los temas de mis talleres de escritura creativa, que fui pergeñando durante el confinamiento, allá en primavera, para darlo por finiquitado en verano, como así ha sido, a la espera de echarlo a andar. Me gustaba cómo iba quedando, con las dudas permanentes: ¿Podremos hacerlo, los martes, con ochenta y tantos talleres en el Centro de Mayores de Huerta del Rey? ¿Nos tocará el turno? ¿Podremos llevarlo a cabo, los miércoles, en los recintos de la educación de adultos en el Centro Cívico del mismo barrio, en aulas sin ventanas y por lo tanto sin la ventilación necesaria? ¡Qué difícil! Hemos tenido que renunciar a lo presencial, lo que no obsta de hacerlo por Internet. Y ahí estamos. Con un éxito de motivación y participación.

Si tienes curiosidad te resumo de qué va esto:
Comenzamos escuchando alguna melodía, preferentemente de música clásica, o alguna canción ligera-profunda, a modo de ambientación y calentamiento de las neuronas más sensibles.
Y entramos en materia: lectura y escritura, escritura y lectura.
Nos metemos en la tripas de algunos libros que a mí me han seducido últimamente, y que me parecen magníficos, por ejemplo, “El infinito en un junco” de Irene Valejo, “A corazón abierto” de Elvira Lindo y “Últimas tardes con Teresa” de Juan Marsé, que nos dejó recientemente, y trataremos de escribir hasta donde nos lleven sus sombras alargadas y la fuerza de la inspiración de cada cual, y de que se nos pegue algo de su duende, mucho de su magia.
Otro tema al que he dedicado un largo e intenso trimestre de escritura sobre los objetos de la casa que he llamado “Los silencios sonoros de las cosas”. Me ha parecido que si yo he sido capaz de escribir sobre 70 objetos, por qué razón no van a ser capaces ellos, más ellas, porque son más, escribir dejando que las cosas que tienen más a mano, día a día, les hablen y ellas mismas se comuniquen y se expresen vía libre.
Y la mirada atenta a artículos literarios y de opinión para aprender y debatir, así como acudir una vez más a Gianni Rodari que regala siempre ideas y técnicas originales y frescas.
Más tautogramas, binomios fantásticos, juego con las preposiciones y las palabras, diarios, poemas paralelos y a la vez colectivos, recomponiendo cuentos... y de paso, algún haiku.
Nos asomaremos a dos poetas inmensas y tristemente desconocidas: Marina Tsvetáieva y Pino Betancor, y a las poetas de la generación del 27, por lo mismo, de la mano de la extraordinaria compositora, cantante y pianista Sheila Blanco.
Aprovechando que durante todo el confinamiento escribí, sin faltar a la cita, un diario sobre la pandemia y sus circunstancias, algo leeremos e invitaré a que escriban sobre cómo vivió cada cual el encierro y posterior salida a cuentagotas.
No dejaremos pasar la actualidad literaria: premios, nuevas publicaciones de interés, defunciones de quienes dejaron huella, reseñas sobre los libros que acaban de leer, etc. etc. etc., y siempre abiertos a la más mínima sugerencia.
Y funciona, me atrevería a decir que hemos comenzado con muy buen pie y las manos ágiles para seguir escribiendo. Lástima que algunas no lo puedan hacer por no disponer de Ordenador. Pero hay quienes hacen de buena gente, que es lo que son, y les echan una mano a las que han llegado tarde a este mundo de la informática. ¡Qué estupendo!
Y ahora, mi oferta, gratuita: Si alguien de cuantos seguís estos artículos míos, estuviera interesado en compartir este Taller de escritura creativa, no me importaría su incorporación, y le enviaría igualmente cada semana una Unidad del Programa. Si te apetece me lo comunicas y yo encantado.
https://youtu.be/eGbHnJCDMyE HAUSER - Benedictus (by Karl Jenkins) Esto es sublime, no te digo más.

viernes, 16 de octubre de 2020

LA CASA ENCENDIDA, Y ALEGRE

 

 L

 

 



La pandemia está cambiando muchos de nuestros movimientos habituales. Antes de estas fechas siempre dábamos por finalizada nuestra estancia entre los pinos de Viana de Cega y hacíamos mudanza para la larga temporada de otoño, verano y primavera en la ciudad. Así que, dado que soy el encargado de encender la chimenea, y como los primeros cambios de tiempo y lluvia han hecho su presencia, me ha dicho mi santa, “sí, enciende la chimenea, que alegra la casa”. Y así he hecho y así ha sido, y no solo la casa, sino nuestros cuerpos y la mirada que se deja impresionar por el fuego gratamente. La calefacción es más fría y la ponemos cuando arrecian los fríos.

Cómo no recordar algunos de los versos de aquel largo y magnífico poema “La Casa Encendida” de Luis Rosales:
“Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas...”
El poeta llegaba como un náufrago, nosotros no es que hayamos naufragado, más bien hemos quedado felizmente varados hasta que escampe el temporal del maldito virus, que está más vivo donde la población es mucho mayor y mayores las aglomeraciones, y volvamos a la verdadera normalidad para seguir navegando en otros mares.
Y encendida la chimenea, la tarde adquiere otro color, más íntimo, más vivo, mucho más cálido y si pones música de fondo y coges el libro que te traes entre manos, estos días, el paraíso se pone a tu merced y a tus pies. Esta vez, le tocaba el turno al famosísimo libro de Lampedusa “El gatopardo”, que aún tenía sin leer, qué corta es la vida para tanta lectura pendiente y cuánta pena de que cantidades ingentes se queden sin pasar por estos ojos, ya cansados, pero ávidos de llegar siempre a más. La prosa preciosista y sugerente de este libro se va quedando sin hacer ruido, pero penetrando con inmensa y exquisita elegancia que se agradece en tiempos donde esa virtud escasea un tanto, asistiendo al espectáculo agradecido de cómo el tiempo se ha detenido ante los acontecimientos del exterior. Las entrelíneas invitan como nunca al lector a seguir creando. Sirvan este párrafo:
“El señor sabe si la he querido. Nos casamos hace veinte años. Pero ella es ahora demasiado despótica y demasiado vieja también. Le había desaparecido el sentido de la debilidad. Todavía soy un hombre vigoroso y ¿Cómo puedo contentarme con una mujer que, en el lecho, se santigua antes de cada abrazo y luego, en los momentos de mayor emoción, no sabe decir otra cosa que ¡Jesús, María!? Cuando nos casamos, cuando ella tenía dieciséis años, todo esto me exaltaba, pero ahora... He tenido con ella siete hijos y jamás le he visto el ombligo. ¿Esto es justo? Gritaba casi, excitado por su excéntrica angustia-. ¿Es justo? ¡Os lo pregunto a todos vosotros! Y se dirigía al portal de la Catena-. ¡La pecadora es ella!”. La acción se sitúa a mediados del XIX.
Vuelvo al fuego y me dejo embriagar por uno de los misterios más hermosos de este mundo: contemplar cómo arden los leños en la paz y el fuego templado del hogar.
Nota no tan al margen: Hasta sus cimientos se sienten avergonzados y dolidos del ruido y furor de algunos líderes políticos y de la lectura de una sentencia firme y condenatoria, como la versión tramposa de algunos medios de comunicación. Avergonzada y dolida toda la casa.
https://youtu.be/5v66eaBzJmA Balada de otoño, Joan Manuel Serrat
https://youtu.be/9LnkdIUJdK0 El Otoño Vivaldi.

lunes, 12 de octubre de 2020

FOTO CENTENARIA, RESCATADA

 


Con mucha frecuencia oía sus lamentos. No podían estar contentos del lugar en el que había quedado su fotografía de lujo y boda. Estaban nada menos que entre los trastes del garaje a donde iban a parar los objetos más inútiles e insospechados. Y de ello hace más de treinta años, objeto de las primeas mudanzas, y nadie sabe por qué quedó sepultada demasiado a la sombra y a merced del olvido. La di por perdida. Me estoy refiriendo a mis tíos, Darío y Melánea, quienes pasaron a ser mis segundos padres desde los ocho años, por la simple o profunda razón de que nosotros éramos seis hermanos y ellos no tenían hijos y, además de echarle una mano a mi madre, la hermana querida de Darío, por natura estaban huérfanos de, al menos, un hijo.
Y yo oía sus gritos, no tan de tarde en tarde, el grito de la foto, que ya sabemos que las cosas hablan y no digamos las fotos antiguas, y sabía que tenía que estar en casa, pero ¿dónde? Y la pregunta persistente horadaba los recuerdos por dentro y nunca se fueron hasta que un buen día, exactamente hace tres o cuatro, nadie sabe cómo, apareció ante mis ojos sorprendidos hasta la médula. No me lo podía creer, si casi estaba a la vista, aunque debajo de un montón de cajas y objetos abandonados. Quité el marco demasiado viejo, roto y añoso, más de cien años, sobre sus espaldas, la boda debió de andar por el año 20 del siglo pasado, así que centenario a las claras, deseché el paspartú descolorido, no así la fotografía en un mate hermoso, en un blanco y negro deslumbrante, muy serio mi tío, y mi tía con una media sonrisa, que no sé por qué me lleva a la de la Gioconda, nada menos. Cómo no acordarme de ella en la fecha exacta del 2 de marzo, mi cumpleaños, que siempre iba, cuando yo estudiaba en Valladolid, sin faltar a la cita con una hermosa caja de rosquillas (pelusas), y que había ido a pie de Villardefrades a Villanueva de los Caballeros a hacerlas el día antes, para llevarlas recién oliendo a horno caliente, cómo no acordarme y de todo los demás, que fue mucho, hasta que me independizara definitivamente a los 24 años Y le he buscado un sitio preferente, el que quizá más se merecen, mi lugar de trabajo, entre libros, y al lado de mi ordenador, donde me paso más horas del día, por lo que me siento obligado, gratamente, a desearles lo mejor, si ello ser pudiera, y al menos darles los buenos días, las buenas tardes o noches con una leve sonrisa de agradecimiento. Coloqué una luz del techo en su dirección y hay que ver cómo resplandecía, lo sigue haciendo, y con ellos mi alma, más a gusto y alegre que unas pascuas floridas.
Y he quedado a gusto, qué descanso, están en su sitio, un lugar de honor, lejos del total abandono, por lo que estoy la mar de contento porque este simple gesto ha desafiado al tiempo mejorando el pasado. Esta foto me perseguía y ha sido rescatada de las sombras. ¡Qué menos, si además fui su heredero mayor y esta casa se hizo con un buen pellizco de su herencia! Descansen en paz, aunque más bien soy yo el que descanso en una paz alegre, de gran felicidad y de mucha hondura y armonía. No importa la pequeñez del objeto y sus recuerdos, que pasaron de un cierto desasosiego a una dulcísima presencia de abierta sonrisa, no creyéndome el hallazgo de mayor peso que todo el oro del mundo. Así que esta sonrisa permanente, y de mucho agrado, va por vosotros, Melánea y Darío. De nuevo seguís aquí, a mi lado, en mi memoria, y por eso mismo seguís vivos, junto a mis padres, que tienen otro rincón bien reservado.
Nota no tan al margen. Anda, ve y saca alguna foto del olvido.
https://youtu.be/TuHHUDnFSO0 "El Vito" by Embrujo Mestizo (Guitar & Castanets) Esta versión les encantaría.

viernes, 9 de octubre de 2020

LA TERNURA, ESA PALABRA MÁGICA

 



Creo haberlo dicho alguna vez más, ya sabes que cuando uno va acumulando años se repite, no hay otra, que la ternura es una de mis palabras preferidas. Por eso celebro tanto lo que la escritora del Premio Nobel de Literatura, Olga Takurczuk, ha dicho sobre ella: “La ternura es el arte de personificar, de compartir sentimientos, y, por lo tanto, descubrir similitudes. Crear historias significa dar vida constantemente a las cosas, dar existencia a todas las pequeñas partes del mundo que están representadas por las experiencias humanas, las situaciones que las personas han sufrido y sus recuerdos.”. No hay más remedio que detenerse y paladear las palabras, los conceptos y remar a favor de la corriente y la fuerza de las palabras.
Personificar, que es tanto como tener al otro siempre presente, a la escucha, pero sobre todo dejándole amplio espacio para su voz y su palabra, darle cancha, cederle el micro, pero personificar es asimismo: dotar de alma, voz y palabra a las cosas inanimadas. Juan Ramón Jiménez hizo eso mismo con Platero y creó una obra de arte.
Compartir, que significa no levantar la voz, nunca el grito airado, partir el pan y la vida con los otros, desde el nivel más bajo, sentados en el suelo, haciendo corro y dando calor al que muere de frío o soledad, y ánimos al que se queda sin ganas de vivir y tirar por la vida hacia adelante. Y compartir afectos, abrazos y sentimientos. Cuando acude Manuel Vilas a Cartagena de Indias a hablar de su novela Ordesa, descubre una fruta, la pitahaya, y se acuerda de su madre porque se comunica con ella a través de la fruta que tanto significaba en su vida: la fruta, dice, simbolizaba, para ella, el agua, el sol y la tierra, y le duele que su madre no hubiera conocido esa fruta, porque: “¡Cuántas cosas ocurren en mi vida que no puedo compartir con nadie, y eso me está matando”. Ese mismo sentimiento me persigue con mucha frecuencia: querer compartir con mis padres, muertos hace 30 y 32 años, un largo viaje para que conocieran un poco más de este mundo que para ellos fue tan reducido, un buen vino con mi padre, una tarta de Maro Vallés con mi madre...
Descubrir similitudes, que significa tanto como estar al tanto de cuanto les ocurre a los otros y ver con deleite cómo les sucede en el fondo lo mismo que a nosotros cuando nos abrimos en canal, sacamos lo mejor de nosotros mismos y celebramos ser dos gotas de agua, más que similares casi-casi idénticas en lo más profundo de nuestra dignidad y la suya.
Crear historias que es dar vida a las cosas, crear de la nada, haciendo que lo imposible sea posible cuando el presente se detiene y da paso al pasado y abre la puerta al futuro, tiempos y espacios nuevos en el mundo de la imaginación para enriquecer lo real que se nos antoja gris, opaco y moribundo; historias donde el dolor y la alegría, el sufrimiento y la compasión tienen su mejor asiento. Pero será mejor volver sobre el párrafo de la escritora polaca y seguir desentrañándolo, que eso es leer: seguir alargando las historias, dar voz y sentimiento a las cosas, personificándolas, dejar que la imaginación siga y siga modificando la realidad al gusto de cada cual Y sobre la ternura todos tenemos cartas para poder jugar.
Y hablando del Premio Nobel, ¿cómo no celebrar el que acaba de recibir la estadounidense Louise Glück? Celebrar, leyéndola.
... Me parece que le va al tema, como anillo al dedo, este vals de Chopin: https://youtu.be/39DwsS6UAAk Dalia Lazar performs Chopin's Waltz, Op. 69 No. 2 in B minor.

lunes, 5 de octubre de 2020

RECORDANDO A MAFALDA

 


Se nos fue Quino, pero se quedó para siempre Mafalda.
A Quino sí que se le puede y debe llamar con todas las letras: maestro y genio: Lúcido, inteligente, crítico, audaz, irónico...
Pero se nos fue, aunque se quedó para largo tiempo… Es lo que tiene hacer buenas y geniales obras, sean estas de solidaridad y propias de la buena gente o las que son capaces de crear todos los artistas y grandes artesanos.
El se fue, pero tenemos a Mafalda para rato en nuestra memoria, y por si se nos olvida, volverá como vuelven irremisiblemente las golondrinas por primavera. Y en cada vuelo nos dejará su sabia pirueta, su palabra mordaz, su pensamiento punzante, que pareciera cosa de niños por su envoltura, y que va directamente al corazón y a la mente de los adultos.
“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión”. En la década de los 70 y en este 2020 tan aciago de pandemias y líderes fuera de lugar y ladradores de luna llena. Y logran cabrearnos, enfadarnos y que les mandemos a la mismísima m., y cuando somos nosotros los irresponsables, pues lo mismo. Se acabó la diversión. Y alguien, con mando en plaza, “mandó a parar”.
“Yo, lo que quiero que me salga bien es la vida”. Y la petó. Porque no hay que andar dando vueltas a la noria, con la monotonía de la mula a ciegas, sino tirarse de bruces al agua y disfrutar de la inmensidad del mar desde las primeras olas que se acercan a la playa. Lo que queremos en el fondo más hondo es que nos salgan bien los exámenes, el trabajo, la vida en pareja, la obra en la que estamos metidos de lleno, pero por encima de todo, la vida, y no hay que darle más vueltas, porque tú y yo estamos de acuerdo al cien por cien con Mafalda y con su padre, Quino.
“Le dice su madre a Mafalda:
- Voy al mercado y vuelvo. ¡No le abras la puerta a nadie, por más que llame, eh!
- Bueno.
- ¡Mamá! ¿Y si es la felicidad?”.
Y la clavó como la clavan todos los niños que en el mundo han sido, son y serán a la redonda, con la perspicacia, rapidez de pensamiento, intuición profunda que les viene a la mente de las manos de todos los ángeles del firmamento y más acá, de la hechura en la que se van gestando sus neuronas, ágiles, vírgenes, sabias, curiosas, indagadoras.
Se ve a una mujer cosiendo, a otra fregando suelos, la de más allá tiende la ropa..., y Mafalda, que miraba sin pestañear, se vuelve al rincón de pensar al lado de una maceta y suelta el pensamiento: “Claro... lo malo es que la mujer en vez de jugar un papel, ha jugado un trapo en la historia de la humanidad”. Y es que Mafalda, entre otras enormes virtudes, tenía de virtud de ser feminista. ¡Cómo no serlo en un mundo machista total!
Ah, que no se nos olvide: Cuando Quino dejó a Mafalda, nos dio una lección más de sabio, quería transitar por otros caminos nuevos, ni siquiera hollados por él mismo.
Hay que volver a las viñetas de Mafalda para educar bien a los niños y educarnos de paso los mayores.
https://youtu.be/QGrZxOxoar4 Que Vuelva - Juan Valderrama (Con la colaboración de Miriam Cantero)

viernes, 2 de octubre de 2020

¿NOS HEMOS RECONCILIADO?

 



El castizo, diría que ni de coña, y el que no lo es, como el gran escritor holandés, Cees Nooteboon, afincado en España, desde hace 40 años, y en Menorca para ser exactos: “España es un país que no se ha reconciliado”,

No nos hemos reconciliado por mucho cacareo sostenido sobre la transición del 78 y los siguientes años de bonanza y buenos modos. No se haría bien del todo cuando nos estamos tirando todavía, desde aquello, los trastos a la cabeza, y no solo los trastos, sino la dosis tremebunda de odio que salpica día sí y día no en el Senado y en el Congreso, en las tertulias televisivas y radiofónicas y en algunas columnas incendiarias en la prensa, de muy mal gusto y hasta muy mal estilo, que no sé qué es peor en un escritor.
Porque la reconciliación, según el diccionario de la RAE, es «la acción de componer y ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí». Cuando algo se ha roto, un simple cacharro, si de componer se trata, hágase, con sabiduría y delicadeza, sabiendo que lo roto puede llegar a ser una nueva obra de arte y concordia, si se utiliza la sabia técnica del kintsugi, por ejemplo, que consiste en “reparar con oro” vasijas de cerámica, con un resultado asombroso. Pues lo mismo: Componer, restaurar, ajustar las piezas rotas, nada sobra, nadie es enemigo irreconciliable, ni a detestar, ni tratar de expulsar del gobierno si parte del pueblo lo ha votado, ni querer pactar ni consensuar por diferencias en los gustos, pareceres, ideas y creencias opuestas, a no ser que alguien rompa las normas que todos nos hemos dado como se reflejan en la Constitución. Enemigo a quien derrotar, aislar, ningunear, demonizar, aplastar... jamás. Adversario, más bien, con el que construir y gestionar, legislar y pactar, y ponerse al mejor servicio de la ciudadanía respondiendo a sus problemas y necesidades, no a los intereses partidarios. La reconciliación sería esa bella obra que vamos componiendo como una bien armonizada sinfonía al gusto de propios y extraños y orgullosos al fin de haberla realizado entre todos, los que gobiernan, y van aprendiendo a hacerlo cada vez mejor, y los que están en la oposición dejando para siempre de ladrar y no poner ya más las cosas difíciles y hasta imposibles de reconstruir.
Y el que no sabe componer, restaurar, ajustar, consensuar y solo dedica su tiempo y afán en armar ruido, bronca, descalificación, y tiene siempre en su boca el tú más, y mucho odio en el corazón, y un solo yo y más yo y los míos, no es su lugar, sobra en democracia, por lo que estaría mucho mejor en su casa, solo con los suyos y su cacareo, aunque le parezca muy florido, y quizá lo sea, pero no se trata de eso, de ser el gallo pendenciero y agresivo del corral, sino de saber remar con el contrario para sacar las castañas del fuego sin quemarse ni quemar a nadie y que los problemas más serios y acuciantes de la sociedad tengan una respuesta eficaz. No es mucho, pero es lo mínimo e imprescindible. Aunque, sin ganas de ser aguafiestas, tal y como está la situación actual, el ritmo que lleva esta ruidosa y desafinada melodía y el arisco perfil de los actores principales me da que va para rato la llegada de la reconciliación. Así de crudo, así de lamentable.
Nota no tan al margen: Ayer mismo el posible pacto ante la pandemia entre el Gobierno y las Comunidades Autónomas se ha ido al carajo. Me resisto a seguir escribiendo. Estoy demasiado cabreado. Sí, al ritmo que lleva esta trifulca emponzoñada va para rato la reconciliación.
https://youtu.be/mu2IMtFVags Colombiana. Enrique y Estrella Morente