viernes, 2 de octubre de 2020

¿NOS HEMOS RECONCILIADO?

 



El castizo, diría que ni de coña, y el que no lo es, como el gran escritor holandés, Cees Nooteboon, afincado en España, desde hace 40 años, y en Menorca para ser exactos: “España es un país que no se ha reconciliado”,

No nos hemos reconciliado por mucho cacareo sostenido sobre la transición del 78 y los siguientes años de bonanza y buenos modos. No se haría bien del todo cuando nos estamos tirando todavía, desde aquello, los trastos a la cabeza, y no solo los trastos, sino la dosis tremebunda de odio que salpica día sí y día no en el Senado y en el Congreso, en las tertulias televisivas y radiofónicas y en algunas columnas incendiarias en la prensa, de muy mal gusto y hasta muy mal estilo, que no sé qué es peor en un escritor.
Porque la reconciliación, según el diccionario de la RAE, es «la acción de componer y ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí». Cuando algo se ha roto, un simple cacharro, si de componer se trata, hágase, con sabiduría y delicadeza, sabiendo que lo roto puede llegar a ser una nueva obra de arte y concordia, si se utiliza la sabia técnica del kintsugi, por ejemplo, que consiste en “reparar con oro” vasijas de cerámica, con un resultado asombroso. Pues lo mismo: Componer, restaurar, ajustar las piezas rotas, nada sobra, nadie es enemigo irreconciliable, ni a detestar, ni tratar de expulsar del gobierno si parte del pueblo lo ha votado, ni querer pactar ni consensuar por diferencias en los gustos, pareceres, ideas y creencias opuestas, a no ser que alguien rompa las normas que todos nos hemos dado como se reflejan en la Constitución. Enemigo a quien derrotar, aislar, ningunear, demonizar, aplastar... jamás. Adversario, más bien, con el que construir y gestionar, legislar y pactar, y ponerse al mejor servicio de la ciudadanía respondiendo a sus problemas y necesidades, no a los intereses partidarios. La reconciliación sería esa bella obra que vamos componiendo como una bien armonizada sinfonía al gusto de propios y extraños y orgullosos al fin de haberla realizado entre todos, los que gobiernan, y van aprendiendo a hacerlo cada vez mejor, y los que están en la oposición dejando para siempre de ladrar y no poner ya más las cosas difíciles y hasta imposibles de reconstruir.
Y el que no sabe componer, restaurar, ajustar, consensuar y solo dedica su tiempo y afán en armar ruido, bronca, descalificación, y tiene siempre en su boca el tú más, y mucho odio en el corazón, y un solo yo y más yo y los míos, no es su lugar, sobra en democracia, por lo que estaría mucho mejor en su casa, solo con los suyos y su cacareo, aunque le parezca muy florido, y quizá lo sea, pero no se trata de eso, de ser el gallo pendenciero y agresivo del corral, sino de saber remar con el contrario para sacar las castañas del fuego sin quemarse ni quemar a nadie y que los problemas más serios y acuciantes de la sociedad tengan una respuesta eficaz. No es mucho, pero es lo mínimo e imprescindible. Aunque, sin ganas de ser aguafiestas, tal y como está la situación actual, el ritmo que lleva esta ruidosa y desafinada melodía y el arisco perfil de los actores principales me da que va para rato la llegada de la reconciliación. Así de crudo, así de lamentable.
Nota no tan al margen: Ayer mismo el posible pacto ante la pandemia entre el Gobierno y las Comunidades Autónomas se ha ido al carajo. Me resisto a seguir escribiendo. Estoy demasiado cabreado. Sí, al ritmo que lleva esta trifulca emponzoñada va para rato la reconciliación.
https://youtu.be/mu2IMtFVags Colombiana. Enrique y Estrella Morente

No hay comentarios: