viernes, 23 de octubre de 2020

LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAN

 


Naturalmente, los hombres también lloran, lo tonto, raro y absurdo es que no lloraran, que no lloráramos. No hay razón alguna para no hacerlo. Lloró Federer cuando perdió con Nadal y este tuvo que consolarle, porque Rafa Nadal sabe ganar y sabe perder. Y lloró Nadal, o a punto estuvo, cuando ganó el 13º Roland Garros. Lloró el Cid Campeador, nada menos que el Cid, al inicio del Cantar que lleva su nombre: “Con lágrimas en los ojos, muy fuertemente llorando”. Lloró Gilgamesh, el rey de la ciudad sumeria de Uruk, en una de las más antiguas epopeyas de la historia, al morir su mejor amigo, “gimiendo como un pichón durante toda la noche”. Y con la primera luz del alba, gritó: “Que los senderos del bosque te lloren, que te lloren los ancianos, que te llore el oso, la hiena, la pantera, el chacal, la pantera, que te llore el río Éufrates, que te llore el granjero y el cervecero que te elaboraba la mejor cerveza”. Aquiles lloró junto al mar en la Ilíada, porque Agamenón -líder principal del ejército griego- lo ha ofendido quitándole a la esclava Briseida. Sabía llorar El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y así se lo hace saber a su escudero: “Maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condición; yo imagino que eres hecho de mármol, o de duro bronce, en quien no cabe movimiento ni sentimiento alguno. Yo velo cuando tú duermes; yo lloro cuando cantas”.
Lloramos los hombres, unos más que otros, yo en cualquier película que se pone un pelín melodramática, y lo mismo en la vida real. Lloramos los hombres y no hay motivo alguno para no hacerlo, aunque alguien nos dijera en nuestros primeros tiernos años que los hombres no lloran, cuando llorábamos por todo, ¿por qué se lo habrían dicho a ellos sus antecesores y así hasta llegar al mundo de la insensatez de los tiempos lejanos? Ya Heráclito filósofo de la Grecia clásica nos advirtió con uno de sus aforismos si seguimos lo que nos han trasmitido unos y otros: “No hay que hablar y actuar como hijos de nuestros padres”, refiriéndose al cuidado que tenemos que tener con las normas, valores, principios de autoridad y costumbres, repitiéndolos sin pasar por el pensamiento propio y el juicio crítico.
¿No lloramos por querer poner la masculinidad más arriba de lo debido? Este aspecto lo analiza el psicólogo Alberto Álamo sosteniendo que no hemos construido una masculinidad sana, fomentando un clima de desigualdad entre hombres y mujeres, sin reforzar algunas de las conductas más bellas que existen, como la de los cuidados emocionales.
Ya hemos quedado y lo vamos asumiendo que el cuidado de los otros no tiene por qué ser tarea exclusiva de las mujeres, y que los sentimientos y las emociones, con su expresividad concomitante no debe ser ajena a ningún hombre y que el cariño, los afectos, las lágrimas y las caricias también nos pertenecen y conforman una personalidad mucho más rica e interesante.
Ya lo sabes, ya lo sabemos, ese “los hombres no lloran” no deja de ser una patraña más a descartar y alejar de nuestras vidas, porque llorar es hasta hermoso y, por encima de todo, muy humano y una cualidad del homo sapiens. Y contra el "no llores, anda, sé un hombre", está la opción valiente y sincera: Llora, eso es señal de que eres todo un hombre.
https://youtu.be/KzEFQW9CXGc Concierto de Aranjuez - Joaquín Rodrigo II. Adagio / Pablo Sáinz-Villegas. Si has llegado hasta aquí, te invito a escuchar esta perla única. La versión es fantástica.

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