LA PASTORA MARCELA – UNA MUJER LIBRE
“Yo nací libre, y para
poder vivir libre escogí la soledad de los campos”. Miguel de Cervantes
Te
habrás percatado de que se trata del discurso de la pastora Marcela, cap. XXIV del
Quijote, y de que eso “YO” sólo se
podía decir en el Renacimiento y por un hombre como Cervantes, a caballo entre
el Renacimiento y el Barroco, que supo plasmar tan maravillosamente ambas
épocas. Yo nací libre, le hace
decir Cervantes a la pastora Marcela en una especie de juicio en donde ella es
su abogado defensor y un loco estrafalario, don Quijote, dictará sentencia y
hará cumplirla. ¡Ay los locos! Yo nací libre... con el que se adelanta a su
tiempo para dar de bruces con la Ilustración, con valores tan novedosos como la
libertad, la igualdad, la fraternidad, y la razón como guía del hombre sobre la
tierra y los siglos XX y XXI, siglos de la mujer, en donde ésta ve más caminos y alternativas que
la casa, la fregona, parir hijos y ser sólo esposa y madre o el convento, con
derecho a elegir y ser diferente, como es el mensaje del capítulo al que estoy
haciendo referencia. “Contra todos los tópicos del discurso
patriarcal, la mujer se erige aquí en portavoz de la razón, y lo hace para
exigir el reconocimiento de su libertad y de su independencia”, escribe
Joan Oleza, teórico y crítico literario.
Un
discurso maravillosamente trabado, con una armonía, un equilibrio, unos
argumentos como catedrales y una clara ideología nueva “el hombre medida
de todas las cosas”, Renacimiento puro, al lado de una fuerte
tensión propiciada por el contraste y el claroscuro, vida-muerte, propios del
Barroco. Novela pastoril, pero Cervantes pone patas arriba ese modelo para
reafirmar otros valores radicalmente diferentes y vanguardistas.
Me
gustó la sesión del taller porque los vi encantados, casi-casi encandilados,
escuchando y saboreando la profundidad de nuestro más grande escritor, tras
unas simples pautas, el capítulo XIV de la primera parte del Quijote en el que
asistimos al entierro de Grisóstomo, pastor joven, hermoso, rico y culto, quien
se suicidara por la negativa de Marcela a sus requerimientos amorosos. Marcela,
aparecerá por sorpresa, pero oportunamente, para contestar al discurso de
Ambrosio, amigo de Grisóstomo, quien la acusa de su muerte con un tono en
exceso ofensivo y machista por el simplísimo hecho de rechazar los deseos de su
amigo.
“¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh
fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las
heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida?”
Y
se entendió el genio de Cervantes, la profundidad de su texto, lo bellamente
escrito y dar por acertado comentario el del profesor de la Universidad de
Valladolid, Javier Blanco, cuando dice que “el
alegato de Marcela sobre el amor a la libertad se halla a la altura de muchos
discursos feministas de nuestro tiempo”.
»Yo nací libre, y para poder vivir
libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi
compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con
las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada
puesta lejos... Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que
por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo
lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención,
le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra
gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con
todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el
viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo
le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor
intención y presupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido:
¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el
engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas,
confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel
ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito”.
¡Cómo no se va
a estar maravillosamente bien a la sombra de este genio!
Cervantes, siempre Cervantes.
2 comentarios:
Todos tenemos que aprender de la Pastora Marcela.
Un saludo.
Cierto, Africa, gracias.
Un saludo cordial.
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