viernes, 13 de diciembre de 2013

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XIX


LA PASTORA MARCELA – UNA MUJER LIBRE

“Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”. Miguel de Cervantes


Te habrás percatado de que se trata del discurso de la pastora Marcela, cap. XXIV del Quijote, y de que eso “YO” sólo se podía decir en el Renacimiento y por un hombre como Cervantes, a caballo entre el Renacimiento y el Barroco, que supo plasmar tan maravillosamente ambas épocas. Yo nací libre,  le hace decir Cervantes a la pastora Marcela en una especie de juicio en donde ella es su abogado defensor y un loco estrafalario, don Quijote, dictará sentencia y hará cumplirla. ¡Ay los locos! Yo nací libre... con el que se adelanta a su tiempo para dar de bruces con la Ilustración, con valores tan novedosos como la libertad, la igualdad, la fraternidad, y la razón como guía del hombre sobre la tierra y los siglos XX y XXI, siglos de la mujer, en  donde ésta ve más caminos y alternativas que la casa, la fregona, parir hijos y ser sólo esposa y madre o el convento, con derecho a elegir y ser diferente, como es el mensaje del capítulo al que estoy haciendo referencia. Contra todos los tópicos del discurso patriarcal, la mujer se erige aquí en portavoz de la razón, y lo hace para exigir el reconocimiento de su libertad y de su independencia”, escribe Joan Oleza, teórico y crítico literario.

Un discurso maravillosamente trabado, con una armonía, un equilibrio, unos argumentos como catedrales y una clara ideología nueva “el hombre medida de todas las cosas”, Renacimiento puro, al lado de una fuerte tensión propiciada por el contraste y el claroscuro, vida-muerte, propios del Barroco. Novela pastoril, pero Cervantes pone patas arriba ese modelo para reafirmar otros valores radicalmente diferentes y vanguardistas.

Me gustó la sesión del taller porque los vi encantados, casi-casi encandilados, escuchando y saboreando la profundidad de nuestro más grande escritor, tras unas simples pautas, el capítulo XIV de la primera parte del Quijote en el que asistimos al entierro de Grisóstomo, pastor joven, hermoso, rico y culto, quien se suicidara por la negativa de Marcela a sus requerimientos amorosos. Marcela, aparecerá por sorpresa, pero oportunamente, para contestar al discurso de Ambrosio, amigo de Grisóstomo, quien la acusa de su muerte con un tono en exceso ofensivo y machista por el simplísimo hecho de rechazar los deseos de su amigo.
“¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida?”

Y se entendió el genio de Cervantes, la profundidad de su texto, lo bellamente escrito y dar por acertado comentario el del profesor de la Universidad de Valladolid, Javier Blanco, cuando dice que “el alegato de Marcela sobre el amor a la libertad se halla a la altura de muchos discursos feministas de nuestro tiempo”.

»Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos... Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y presupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: ¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito”.

¡Cómo no se va a estar maravillosamente bien a la sombra de este genio!

Cervantes, siempre Cervantes.




2 comentarios:

ÁFRICA dijo...



Todos tenemos que aprender de la Pastora Marcela.

Un saludo.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Cierto, Africa, gracias.
Un saludo cordial.