I
CUANDO LA PÁGINA EN
BLANCO HABLA
Te he estado esperando 65
días, esto es, 1.560 horas o 93.600 minutos o 5.696.000 segundos, que ya son
días eternos, horas interminables y minutos y segundos que ni te cuento. Miraba
de reojo a la página anterior rellenita y satisfecha y no hacía sino suspirar,
porque desde que te has aficionado al ordenador ya no te acuerdas de pasar a
nuestro lado y dedicarnos tus momentos de inspiración, y esto duele, porque...
¿Qué hace una aquí, muerta de
asco sin que nadie te escriba algo bello, inquietante, sorpresivo, inesperado
que invita a seguir imaginando, viviendo, explorando?
Alguien que te mire y te
diga: ¡hola!, ¿cómo te va la vida tan callada y tan en blanco?
Alguien que te toque con las
yemas de los dedos y mejor si son las del alma que te dan vida y llenan de
sentido el blanco que nada dice y nada vale hasta que la tinta corre pendiente
abajo con signos que cuentan, palabras que despegan sentimientos, frases que
cortan el aliento, párrafos que despiertan el sentir.
Me despertaba inquieta muchas
mañanas cuando la luz del sol acariciaba los lomos de los libros y los cuadernos
y me preguntaba si llegaría el momento de ver crecer la hierba de este pedregal
en que me había convertido, porque da mucha emoción verte sembrada y advertir
el aliento de una caricia, sentir el roce de la tinta que penetra en las venas
y hace crecer la idea... que hace aflorar la rosa... que hace nacer la historia
hasta un final sin final... el huerto con su cosecha pletórica, la soledad al
fin sonora, el río sin cauce ahora caudaloso, la página en blanco como un cielo lleno de bandadas de pájaros y un mar
preñado de bancos de peces nerviosos de sentirse vivos.
¡Cómo no contar los días que
parecen años y las horas que se hacen eternas, si nadie te mira y se pasea a tu
lado por tus limpias avenidas sembrando de palabras tu paisaje yermo!
Pero ya descanso, me siento
pletórica de vida y ya no miro de reojo a la página amiga y compañera con
rencor e impaciencia. Permíteme, aprovechando el poco espacio que me va
quedando, un consejo: no tardes tanto, dueño y señor, mi autor, mi amo, vuelve
a las páginas en blanco y te sentirás bien, casi feliz, de hacernos mucho bien,
casi felices, al vernos inundadas de palabras que sonríen, hablan al que se
digna pasar por estos caminos y cantan por tu boca.
Ah, y un segundo y último
deseo con insistencia: no demores tu venida y piensa que hay vida también tras
el ordenador, aquí mismo, en las páginas en blanco de tus cuadernos.
4 comentarios:
¡Yo si que hace tiempo que no escribo!Pero sigo aquí, cerca y con cariño. Un recuerdo a todos los que os asomáis y a tí, Ángel.
Gracias, amiga, por seguir ahí. Un fuerte abrazo.
Sabes Ángel, hay otras páginas escritas, aunque no sea en papel blanco, que son olvidadas y sienten mucha pena, a mí me lo dicen, o yo creo que las oigo y escucho.
Un abrazo en su nombre y el mío.
Claro, claro, aunque las páginas en blanco si siguen así no salen del mundo de la nada; a las que tú te refieres, Gaude, al final, les pasa igual si terminan en el mundo del olvido, pero un día fueron.
Ah, y mientras alguien como tú las recuede, viven.
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