miércoles, 9 de octubre de 2024

DE JUEGOS Y MIRADAS...

 




De juegos y miradas está, por fortuna, la vida llena, y hay juegos de juegos, como el de la imagen primera, y miradas que quitan el hipo, como la de la pareja de la imagen segunda de tiernos enamorados sin necesidad de ser adolescentes. Hay que detenerse bien en las miradas de los cuatro, porque son fascinantes y de enorme belleza
Unos aprendieron a jugar de niños y la vida les sigue regalando uno de los mejores juegos, con ingenuidad y perspicacia, tratando de engañar con inocencia, de escudriñar en la mente y la mirada del contrincante y vencerlo en buena lid. ¿Cuántas monedas tendrá en la mano? Sí, cuántas, bien sencillo, o no tanto. Él serio-serio como si le fuera la vida en ello, ella, susurrando que es puro entretenimiento, no más.
Los otros lo aprendieron todo de los padres, los amigos, los amantes, de lo que llevan en el mejor de los rincones del corazón y del cerebro y cuando les sale al encuentro la mínima y bella oportunidad la cogen con los ojos primero, las manos después y el cuerpo entero entrelazándose de forma ardiente.
Jugamos poco y cuando lo hacemos ponemos por encima de todo, la rivalidad insana de querer vencer a costa de lo que sea, como en la mayoría de los deportes, y no es eso, es competir, sí, pero saber vencer, sin humillar, y aprender a perder, sin perder los nervios y la dignidad, rompiendo raquetas a lo bestia y anormal. Y no hablamos ya del partido del Real Madrid y del Atlético, porque el espectáculo que dieron los Ultras es un claro delito. Sí se permite en el juego-juego, y es sano, una mirada altanera con media pícara sonrisa cuando se gana, seguida de un abrazo cariñoso al vencido, deseando que otra vez gane él o ella.
Y apenas nos miramos como debiéramos: a los ojos, al corazón, al interior de cada cual, con la atención debida, sin marcharse a los cerros de tu Úbeda cuando te están hablando de lo que les duele, les interesa y les conmueve. Ay qué difícil es ponerse en su lugar, interesarse de veras, meterse en su piel, acomodarse a su ritmo, acompañarlos en sus aventuras y sus más o menos acertados discursos. Hay veces, sin embargo, que tampoco te lo ponen fácil, en honor a la verdad.
Y apenas nos tocamos, siendo como somos de sangre caliente, teniendo frío cuando arrecia el invierno y cuando desciende la calidez en todas las estaciones. La pareja segunda está a punto de hacerlo, si no se quedaría ese juego de miradas sin el final feliz del gozoso encuentro de sus miradas incandescentes y hermosísimas.
Jugar, mirar, mirarse, tocar con las yemas de los dedos, dejarse tocar con todas la ventanas del interior bien abiertas. Y conjugar esos verbos, en todas sus riquísimas variantes, no me parece estéril tarea.

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