De tanto insultar y atacar agresivamente al adversario político, o de los otros, les va demudando el rostro de tal forma que, además de dar miedo cada vez que aparecen y terminar siendo tan cansinos que apestan y aburren, se les queda la cara tan atravesada que ningún demonio quisiera allí reposar ni un instante. No doy nombres porque son de sobra conocidos, algún esfuerzo más para el lector que tiene a bien entretenerse con estas divagaciones mías.
Si sonreímos con frecuencia y actuamos con elegancia y dulzura, atención y afecto, es claro que hasta el rostro se va relajando y cada vez se vuelve más agradable y hasta bello a la agradecida contemplación. Al revés de los que tienen por costumbre ya de mañana, ay los pregoneros de algunas ondas, y sigo sin dar nombres, los conoces de memoria, aunque los oigas, si es que los oyes, allá tú, que activan la violencia verbal, la crítica feroz a todo lo que hagan o piensen o sientan los que no actúan piensan o sienten como ellos.
Los insultos se quedan grabados en el rostro, observa bien a los que critican con ferocidad y verás cómo no engaño. Se les queda gravada de por vida alguna mueca en la parte derecha o izquierda de la boca, las arrugas que en gente de bien pueden ser bellas, son amargas, sombrías y hasta siniestras o se les queda la mirada alelada mirando al infinito. Los tengo fichados en mi foro interno, aunque a decir verdad, todos los tenemos catalogados, los vemos y los sufrimos casi todos los días, casi a todas las horas, porque se han quedado por mucho tiempo y por desgracia entre nosotros. Sus palabras hieren, pues la ira, el odio, la rabia... hacen daño y es de ley que esa ira ese odio, esa mala uva deje profunda huella en su rostro y en su corazón, mal que les pese.
Por si no ha quedado claro, ten en cuenta que con la sonrisa se abre la puerta a la esperanza, el mundo adquiere un cálido color, pide con dulzura una respuesta amiga y quien la usa con frecuencia se va haciendo a sí mismo, más sociable, más alegre y amable, mejor persona y más buena gente.
Por el contrario, con el insulto, la mala baba, la palabra hiriente y destructiva, la convivencia deviene en imposible, algo en el mundo se estremece, el aire se contamina, la ciudadanía queda lesionada y amputada para poder convivir con la necesaria armonía y sana complicidad. Hasta el rostro menos agraciado, oscuro y agresivo se suaviza con una simple sonrisa y se le ilumina la cara, pero el que a todas horas critica, vocifera e insulta, ni por esas. Toda la basura que expulsa por la boca le cae encima.
Cuenten de uno a diez antes de hablar, hagan el esfuerzo de sonreír, entierren el sarcasmo y el cinismo y lo encierren con siete llaves, verán cómo amanece el día más esplendoroso y dejen de darnos más la tabarra apestosa que saca lo peor de todos los que vamos por la vida de otra manera. Les estaremos agradecidos y al final hasta su rostro lo notará y su mente lo celebrará. En ese caso haríamos piña.
No lo olvides: los insultos, como las palabras beligerantes y necias, “no los pellizcos de monjas ni las conversaciones privadas”, se quedan grabados y grabadas en el rostro de quien los pronuncia.
https://youtu.be/-fTppUfLvqY?si=F94AMjQVd25GQzls Glosa para la Niña de los Peines (Instrumental) Mayte Martin