“Una palabra muere cuando se dice, dicen algunos.
Yo digo que apenas empieza a vivir ese día”.
El acierto y hasta la genialidad de este pensamiento de Emily Dickinson está en que nos define en cuanto a ser optimistas o pesimistas en nuestras vidas.
Una palabra muere cuando se dice, que ya significa el colmo de la desesperanza, el vuelo a ras de tierra nada más, olvidando para siempre los altos vuelos, no importa la calidad de la palabra, “qué más da si todas van a ir al mismo sitio”, el olvido, la nada, no hay nada que hacer, ni siquiera el dulce recuerdo que convierte el olvido en el feliz retorno, permanente renacimiento y presente continuo...
Mientras que una palabra empieza a vivir ese día, y lo sabio, y hasta lo justo, es celebrarlo, en calidad de palabra que nos transmite fuerza bálsamo, acicate, belleza, armonía, esplendor, calidez, aliento... y tanto-tanto desde que el primer ser humano lanzó el primer sonido dotado de un significado más o menos claro, hasta cuando en este momento lanzas al viento las primera palabras más queridas que te salen sin esfuerzo, y no se las lleva el viento porque quedan susurrando en tu interior, reposando.
Ante un gusano inmundo puede que solo veas suciedad, y hasta en su pequeñez una porción monstruosa, pero no te impacientes y aprende a esperar y a observar contemplando, porque en breve se convertirá en una preciosa mariposa, butterfley en inglés, y hasta los vocablos tanto en español como en inglés fonéticamente son una maravilla, como nos explicaba en clase de lengua y literatura aquel magnífico profesor de feliz memoria, José Luis Martín Descalzo: mariposa, captada en el momento de posarse, mientras que butterfly en el instante de coger el vuelo.
Y así, cuando regresas de un feliz viaje, o un encuentro maravilloso, puedes quedarte con la nostalgia triste de lo que ya se fue y no volverá jamás, o recrear en la memoria y en la retina todo lo que fue y viste, todo cuando aconteció haciendo nido entre los recuerdos. Y que te quiten lo bailado, pero mejor que no te lo quiten, como digo siempre que decía el otro.
Puedes contemplar la vida teniendo un muro delante que te cierra el paso y no te deja ver nada, solo cemento y oscuridad, o gran ventanal desde el que divisas un hermoso e inmenso paisaje y una puerta abierta que te anima a salir de casa y de ti mismo y comerte el mundo saboreándolo con enorme deleite. Tú mismo, tú misma.
Y al cumplir los 50, nada más, creíste que había pasado lo más y lo mejor, y 36 años después, cumplidos los 86, te diste cuenta de que todos estos años habían sido con creces los mejores de tu vida. A los 50 no se cerraba nada, más bien se abría un mundo nuevo, nuevo y espléndido. Y así fue..., y está siendo.
¿Optimismo, pesimismo? Vuelve sobre lo leído, si te place, y crea en paralelo tu propia lectura. Feliz viaje.
https://youtu.be/YmYeISiVPOw?si=Nc6DssC-ST3SNnHO Tchaikovsky: Piano Concerto No. 1 / Weissenberg • Karajan • Berliner Philharmoniker