Sé que la imagen no es nada real y ni hasta verosímil, pero no deja de tener su encanto, ¡bravo por su inventor! Y no es ni real ni verosímil pensando y constatando que podemos estar sin ver al vecino de enfrente y no digamos a los de los pisos de arriba o de abajo, durante días y días y hasta meses.

Pero es hermoso soñar, no es pecado, y me parece valioso, saludable y original poder alargar la mano con la taza del café y, como te has quedado sin leche, pedírsela al vecino que, raudo, acude a cortártelo, tanto si lo quieres cortado como si te apetece con leche abundante para el corto de café. Y ya de paso dar los buenos días y que el día nos sea leve y grato para los sentidos, el cuerpo entero, incluida el alma.

Uno va por la calle y ve cosas parecidas, si estás al tanto, y sabes reconocer que la vida sigue valiendo la pena, porque la gente no está loca ni tarada y, más bien, tiene gestos de simpatía, con bastante cordialidad y con no poca generosidad, y hasta alegran la mañana o la tarde. Ayer mismo me pasaron por la acera, a media tarde, riéndose a carcajada sonora y limpia, cuatro chicas adolescentes y me vino la idea pertinente de por qué nos cuesta tanto a los mayores reírnos de todo, hasta de nosotros mismos, y a carcajada sonora y limpísima, cuando tanto bien le viene al cuerpo a todos sus músculos estimulando el corazón y los pulmones de forma especial, aumentando las endorfinas que se liberan en el cerebro, activa y reduce la respuesta al estrés, promueve el flujo de sangre y estimula el sistema inmunitario, como dicen quienes saben de ello un montón. La risa y las carcajadas de esas adolescentes, sin saberlo, casi tiene más mérito, iban lanzando al mundo gestos de celebración y de viva la vida, lo que se agradece y se necesita en todo momento. Envidia me dieron.

No es nada del otro mundo dar los buenos días a todo hijo de vecino, y más si es vecino de veras, ni cortarle el café, o pasarle el azúcar o la sal, y continuar así durante el resto del día, porque es lo que contrarresta que al mediodía o a la noche se te antoje romper la crisma al que te corta el paso, cuando nada más levantarte de la cama solo te apetece desayunar en la mayor quietud y la mejor armonía y que el día te sea leve y lo más grato posible.

Frente al clima de crispación en las altas esferas de la política nacional con insultos a todo trapo, esta imagen resulta, además de original, un ejemplo a seguir para que la vida sea un poco menos avinagrada y áspera y más propia de una ciudadanía altamente civilizada.