jueves, 1 de febrero de 2024

AY DE NOSOTROS SI NO CAMBIAMOS DE CHAQUETA

 

Y quien dice de chaqueta, dice igualmente de ideas, de matices, de gustos y preferencias, de buscar caminos no hollados y adentrarse en vericuetos nunca explorados por otros pies. Y dar gusto al cuerpo que es múltiple como el corazón, según decía Petrarca, el gran poeta y padre del humanismo, que “no hay un único corazón, sino muchos y siempre en desacuerdo”, ¿o no te das cuenta de que somos legión dentro de nosotros mismos y así nos manifestamos en la vida con grupos dispares de gente y diferentes momentos de nuestra biografía? Lo que nos debe llevar a pensar que aun dentro de nosotros no existe la uniformidad, la identidad en cada una de las cosas que hacemos, sentimos y manifestamos.Y debamos salir a la calle más a menudo a declarar abiertamente nuestro deseo de cambio y oposición a ser lectores del mismo y único libro, decidir de por vida a los 12, los 23, los 58 y las 94, porque estamos siempre en marcha, en un eterno presente continuo y por lo tanto multiforme.
Siempre dije, y lo decía con vehemencia, que no entendía que hubiera gente que quisiera jubilarse a los 40 o los 50 y pocos, y hasta me escandalizaba, porque pensaba que lo que más merece la pena es el vivir a tope el carpe diem y olvidarse del futuro para no dar golpe al agua. Y desde hace un tiempo vengo en relativizar un pensamiento único sobre el trabajo y el deseo imperioso de la jubilación, por eso recibo con alegría las ideas del filósofo y activista Franco Berardi, al entender de la forma más correcta la contestación de Chejov a un premio Nobel de su generación cuando le decía que no tenía ganas de escribir, a lo que le contestó tajantemente. “Hace mal. Lo esencial, como sabrá, es trabajar toda la vida sin cesar”. A lo cual el filósofo italiano traduce de este modo: “Estoy de acuerdo con Chéjov, aunque primero tenemos que entender que la palabra trabajo es una palabra doble que significa actividad libre y actividad obligada, o trabajo asalariado, que implica una sumisión. Yo detesto todo tipo de actividad que obligue a trabajar 8, 10 o 12 horas al día para ganarse el pan, y al mismo tiempo me gusta muchísimo lo que hago cotidianamente y nadie me impone. Soy un gran trabajador”. Exacto. Él mismo rechazaba hasta tal punto el trabajo de cadena de montaje que le llevó de muy joven a organizar una huelga que duró tres semanas, y que terminó con mucho éxito, a favor de 400 mujeres jóvenes, que trabajaban en condiciones muy duras y nocivas.
Yo siempre hablaba desde mi único punto de vista en el que mi trabajo era lo más parecido a una fiesta y así lo vivía. Nada que ver con el trabajo de sol a sol y de luna a luna, el trabajo en cadena, el de muchas horas y un salario de muerte. Cuando el trabajo es así de esclavizante, ¿cómo no querer liberarse? Porque de lo que se trata es de diferenciar bien el trabajo en cuanto actividad libre de la actividad obligada y con tintes de sumisión y precariedad.
Nota no tan al margen: Ya te habrás dado cuenta de que el cambio de chaqueta, que no me gusta nada en los políticos, no es de lo que he hablado en este artículo. Nada que ver. Elegí el título por el tono un tanto provocativo. Ya te habrás dado cuenta.

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