domingo, 22 de octubre de 2023

LLEVAMOS LAS CASAS CON NOSOTROS

 



Así es, como los caracoles, y nos parecían seres de otro planeta. Cambiamos de casa pero la casa nos acompaña por suerte a todas partes con lo que esta tiene de amparo y cobijo, silencio sonoro de grata compañía de los rincones que uno se va forjando esté donde esté y tertulia adobada de las mejores risas y carcajadas cuando las cosas van a derecho. Y algo más es lo que cambia: el ritmo de otra vida acorde con el asfalto, los vecinos más a mano que no acabamos de convertir en verdaderos vecinos, es la ciudad, el vecino de enfrente que se halla a años luz, y los que se asoman por las ventanas y riegan las plantas y hacen que recuerdes que debes hacer lo mismo. Y el kiosco, la panadería, la frutería, la farmacia, los bares que frecuentas desde donde ves otro palpitar de la vida urbana en su vibrar nervioso y acelerado.
Todos y cada uno de nosotros, me refiero a quien esto escribe y a quien esto lee, ha pasado, seguro, por muchas casas a lo largo de la vida, más cuanto más larga va siendo, lógicamente, y en todas, es seguro ha habido diferencias grandes, pero en los aspectos más esenciales se han dado marcadas identidades. Si mi memoria no me falla, he ido pasando por 18 casas que permanecen con mucha claridad en mis recuerdos, a través de las cuales se podría dibujar y escribir perfectamente la mayor parte de mi biografía, tal y como he ido acoplándome a cada una de ellas y cómo las he vivido. Hasta tal punto que me parece un importantísimo ejercicio saludable poder recrearnos unos instantes y extraer lo más granado de nuestra vivencias en ellas. Somos en efecto caracoles con una casa a cuestas, pero tenemos más suerte que ellos, porque van cambiando y un poco nosotros con ellas y todo su entorno. ¿No te pasa?
Y en estas, me puse a leer “Diario de Invierno” de Paul Auster, en donde se pasea por las 21 casas por las que ha vivido, hasta el día de hoy, y me dije, ¿y por qué no yo, a mis 18 casas, les dedico un largo y pausado recorrido literario? Y sin querer salió un relato autobiográfico de 30 apretadas páginas. Anda, haz recuento y recréate en todos y cada uno de sus rincones que todavía te hablan con gran riqueza de vivencias de hondo significado y rico colorido. LAS CASAS, TUS CASAS:
Cobijo, chozo de majuelo que, cuando niño, te parecía una catedral, y te resguardaba del miedo, el frío y el calor, la lluvia y el vendaval, en donde comías el bocadillo de tortilla y de postre el racimo más cercano, mesón, hotel de una y cinco estrellas, chimenea encendida, descanso, solaz y oasis fértil, mar en calma, risas sonoras y compartidas, noches sombrías, dulces amaneceres con olor a tostadas y café con leche, jaula siempre abierta al sol que más calienta y a la libertad que se te brinda despejada, suave brisa, ermita del silencio para la meditación a solas, sin ruido y confusión, para trascender lo frívolo y lo mediocre, bosque encantado en medio de los bosques de cemento, nido acoplado a tu pareja y a tus hijas que cuando están en casa, las tres, todo tu firmamento se ilumina, útero, caravana, lugar de trabajo, parto, escuela, taller, fiesta...
La imagen es la de la última casa en Viana de Cega. Pequeña y recoleta, pero muy bonita y, por fortuna, no es una gran mansión.
https://youtu.be/fJQyDhwsEKU?si=d0rVB5LhSESt2qFG "La Milonga De Buenos Aires". Eleonora Kalganova and Michael Nadtochi “Tango Orquesta”.

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