Siempre hay motivos para la queja. ¿Cómo no va a haberlos cuando te viene todo mal? Y a veces viene todo fatal, a algunos sobre todo, que no a todos.
¿O no es para quejarte por mucho que creas en el Ángel de la Guarda, que como cuento no deja de ser fascinante, pero cuento, cuando se queda dormido y al verlas, sin ver, por lo tanto, tanto niño muerto en Ucrania, en Palestina y en todos los lugares donde la guerra hace su presencia maldita?
Y quejarte si te has quedado en paro después de muchos años y un buen trabajo, y como has pasado con creces la barrera de los 50, no hay Dios que te contrate. ¡Cómo no quejarse hasta al lucero del alba, ida y vuelta, como dice una amiga mía!
O se te ha muerto un hermano en plena juventud, y no digamos un hijo adolescente, o te han dado unos pocos días, o algunos meses de vida..., porque si no te quejas, aunque trates de llevarlo lo mejor posible, cuándo coño te vas a quejar, a la vida o a quien se ponga por delante.
Y vinieron los incendios o el volcán salvaje y además de llevarse el monte por delante, también se llevó tu casa y todo lo que en ella había, claro, y ahora el terremoto en Turquía y Siria..., ¿cómo quieres que no le salga la queja por los cuatro costados, aunque de nada sirva y tan solo para expulsar la rabia y pareciera que la condena también, sintiéndote inocente cuando lo eres en pura verdad?
Aunque también es verdad que, a veces, te quejas por nada y eso está pero que muy feo.
Pero llega uno de los verbos más hermosos del diccionario:
Celebrar, dije hace un tiempo, es uno de los verbos más luminosos y potentes, a la par que alegres y gozosos, porque al pronunciarlo se te llena la boca de jugos gástricos y los ojos te hacen chiribitas. Celebrar la vida por encima de la muerte, lo bueno que vendrá sobre lo malo conocido, tu cumpleaños y el mío, el esfuerzo de tus hijos, mucho más que la suerte que también deseas que les acompañe, pero sobre todo su coraje, su generosidad y los valores que afloran en su alargada juventud, porque los valores, puede que algunos desfallezcan, pero otros nacen con mucha pujanza.
Siempre, o casi, es tiempo de celebración, y no hay que perder la ocasión, que ya sabes que la pintan calva. En todo momento y lugar, desde que amanece con un cielo azul claro y despejado sin una sola nube de tristeza, sombra o amargura, hasta que anochece y el día ha sido mejor de lo que esperabas.
O llega la lluvia, después de tantos meses sin caer cuatro gotas, y sales a la calle sin paraguas para dejar que llueva sobre tu rostro, le das la bienvenida y lo celebras como lo hacen la tierra reseca y los pantanos.
O llegan tus hijos a pasar unos días después de mucho tiempo, porque están lejos, y cómo no celebrarlo matando el mejor lechazo, como el padre del hijo pródigo, y con mayor motivo, porque los tuyos no lo han despilfarrado todo como aquel de la parábola, y os dais muchos y los mejores besos y abrazos.
Y buscas mil excusas, para salir de casa, porque te gusta y le viene bien al cuerpo, o te quedas haciendo lo que más te apetece, contigo mismo y con tus cosas, y le viene bien a la mente, y lo celebras y das gracias a la vida por todo ello. Celebrar y celebrar..., que hay mucho y bueno que aplaudir y aclamar.
Voy a ver qué se me pone por delante para celebrar hoy.
https://youtu.be/7XiXAsFq7qA Gal Costa - Festa do interior (subtitulada en castellano) Y se me puso por delante esta estupenda canción de la gran Gal Costa, que falleció en noviembre el pasado año.
Y ya de paso, esta otra para después de la fiesta:
https://youtu.be/_IHYLaZni4Q India Gal Costa
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