Vi el partido de fútbol de la final del Mundial, como los miles de millones de todo el planeta, y lo seguí con pasión porque, desde que descubrí a Messi y al Barça, sigo viendo los históricos, casi-casi como un forofo más, antes estaba totalmente alejado de este deporte.
Pero estoy aterrado del silencio de casi todo el mundo y del mundo del fútbol, en particulal, ante la condena a muerte que le ha caído al futbolista iraní, Amir Nazr-Azadani. Ante tamaña monstruosidad: condenar a alguien a muerte por el elemental y justísimo hecho de oponerse a los crímenes de Estado, asesinar a ciudadanos por apoyar la causa de activistas en favor de la vida, la libertad de la mujer y del colectivo de LGTBI, por defender los derechos humanos, en general, no nos puede dejar desarmados, pasivos e indiferentes ante el dolor y la injusticia, y más en acontecimientos mundiales de la índole que se ha vivido en Katar, y no saltar de la silla o de los cómodos sillones al grito furioso y unánime de BASTA YA.
Demasiada obscenidad la presencia del presidente de Francia, Sr. Macron, aplaudiendo y haciéndose presente hasta en los vestuarios, como si de un hooligan más se tratara; demasiada obscenidad la de la FIFA; la de todos los futbolistas y espectadores, presentes y lejanos, que hemos hecho mutis por el foro, como si solo nos importara el panem et circenses y pasáramos alegremente de la condena a muerte y los asesinatos más repugnantes y crueles.
Demasiada obscenidad que pesa ya en nuestras espaldas, nuestra conciencia, y que la historia, testigo fiel, que siempre llega en algún momento, pronto o tarde, no nos perdonará jamás.
Demasiada obscenidad la de este silencio mundial atronador.
Por todo ello, no puedo cerrar mejor este humilde grito airado que con el final de la columna del gran periodista y escritor, Enric González:
“Entre la alegría de Argentina y la tristeza de Francia (que es joven y dentro de cuatro años seguirá ahí), al final del encuentro una sombra cruzó el césped. Era la sombra de Amir Nazr-Azadani, el futbolista iraní condenado a muerte por apoyar a las mujeres de su país. Argentina se llevó el trofeo de forma brillante. Quedan las sombras”.
Sí, quedan las sombras y mucha obscenidad. Menos mal que entre las toneladas de páginas, dedicadas al evento interplanetario, nos hayamos encontrado una humildísima hoguera, y poco más, iluminando la noche. Menos mal. Y menos mal que, pasada la euforia, se va rompiendo, en muchas partes del mundo, el silencio y denunciado esos ataques gravísimos a los derechos humanos.
Y ya puestos, no obsta para que nos deseemos unas felices fiestas, y lo que sigue: Y Próspero Año Nuevo.
https://youtu.be/pi658N6p79E Los Campanilleros en el Teatro Real
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