jueves, 28 de julio de 2022

PASANDO LA BAYETA A LOS RECUERDOS

 “Llegado a cierta edad, a uno le da por pasarles la bayeta a los recuerdos”, comienza así la columna, esta mañana, Fernando Aramburu, y no sigo leyendo, seguiré más tarde, cuando termine esto, lo hago a veces, para seguir a mi aire por el camino que me ha dejado abierto y de paso invitarte para recorrerlo a medias.

Llegado a cierta edad, claro, porque es cuando los recuerdos se acumulan, es cuando más hay, y reverdecen en los valles mejor cuidados de la memoria.
Y comienzas a pasarles la bayeta porque se ha ido acumulando demasiado polvo, pasas de largo de aquellos que no merece la pena recordar, ni limpiar, para qué, y te detienes en los que dejaron honda huella, y buena, y te recreas en sacarles brillo para que luzcan como lucieron entonces con luz propia: el primero, haz un pequeño esfuerzo, casi gateabas, y dijiste la primera palabra, o diste el primer beso o te lo dieron, o el más apasionado que duró media tarde y se alargó entrada la noche; o alguien te dijo que eras un chico estupendo o una muchacha muy agradable, y esto jamás pudiste olvidar; o saliste solo de casa, con la cartera, no había mochilas, de la mano o al hombro, y te sentaste donde te indicó el maestro, o tu primera maestra; y aquel lagarejo, vendimiando, que hiciste o te hicieron cuando más entregado a la tarea estabas; y aquel traje que estrenaste o era un vestido rojo en el que te mirabas y te recreabas buscando cada pliegue, todos sus rincones, y al pasar por la primera tienda, con cristales limpios como espejos, detenías el paso para mirarlo de arriba abajo por ver si te quedaba bien; y no olvidas, porque eso nunca se olvida, el día que el maestro o la maestra te pusieron buena nota pasándote la mano por la cabeza como una de las mejores caricias que has ido ensanchando con los años; o esta carta, que he recibido hoy, como las de siempre y como las escasas de ahora, a puño y letra y pluma estilográfica, una promesa de una alumna del curso de escritura creativa; o cómo no recordar aquellas de aquellos tiempos ya lejanos que leíamos un montón de veces, hasta que las aprendíamos de memoria, estilo, forma y contenido; o esa multitud de casas por las que hemos pasado y vivido en nuestra larga vida, y quien dice casas, dice padre y madre, hermanos, amigos, coches, regalos, dados y recibidos; y las decisiones más importantes que cambiaron el rumbo de mi vida, y la tuya... y así, hasta ayer mismo, porque todo se va almacenando y es bueno darle una nueva pasada por la memoria, pasarles la bayeta, mirarles de nuevo por los cuatro costados, para que luzcan más y mejor, y de aquellos que no merece la pena, desdigo lo dicho, detenerte un instante, porque te hicieron o te deshicieron, y es el momento de arrepentirte y enmendar la plana, que siempre puede ser enmendada la vida, reconvertida y mejorada, hasta la pasada. Ya lo dije en su día, podemos mejorar nuestro pasado. Pero hay que seguir y le das a la bayeta de nuevo, porque nunca se acaba, que la vida, siendo corta, como un suspiro, breve como un haiku, “relámpago fugaz”, puse en el verso de uno de ellos y la estaba definiendo a ella, pero digo también que es más larga que una cuaresma de aquellas en las que nos pasaba nada y el ritmo de las mañanas y las tardes era el de las tortugas y pareciera haberse detenido el sol para siempre. Larga es la vida, llena de recovecos, con mil historias que contar, mil recuerdos que recuperar y, una vez limpios, colocarlos en los lugares preferidos, bien a la vista para, al pasar cerca, poder detenerse, degustarlos de nuevo, y al recordarlos, recrearlos y revivirlos, y si hiciera falta: pasarles la bayeta.
Y ahora, ya sí, me pongo a leer el artículo de Aramburu.
https://youtu.be/J3IlqY1CbI0 Ennio Morricone - L'estasi dell'Oro (In Concerto - Venezia 10.11.07)

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