domingo, 31 de julio de 2022

ENTRE EL YO Y EL EGO, UN ABISMO

 


Efectivamente, entre el yo (castellano) y el ego (latino), un abismo, y aparentemente son la misma realidad, sin entrar en el terreno de la psicología que lógicamente su discurso será mucho más afinado y ponderado. Aquí hablamos desde un nivel coloquial y lo que la calle nos dice y nosotros mismos podemos observar, profundizar y debatir.
El yo nos sostiene, define y afirma nuestra individualidad con todo lo que hemos heredado, ser agradecidos es de obligado cumplimiento, además de tener buen corazón, más todo lo que hemos ido añadiendo y trabajándolo para llegar a ser quienes somos en este mismo momento: yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, tan similares y parecidos. Pero es precisamente el yo, nuestro mejor amigo, o debe serlo, si no vamos de cráneo, lleno de sombras e imperfecciones, pero adornado también de no pocas luces y cualidades dignas de ser mencionadas y valoradas. Con él tenemos que apechugar, lidiar, vivir, en definitiva. Quererse es un primer mandamiento, admirarse es justo y necesario, tener alta la autoestima, pero sin pasarse ni caer en el endiosamiento, del yo, mí, me, conmigo, es una buena tarea a realizar y conquistar.
El ego, que en español es yo, ha devenido en algo muy diferente, ya es otro cantar y una melodía mucho más desafinada. El ego tiene muy alta, demasiado, la autoestima, que siendo positiva en sí, puede desmandarse y llevar al ego al egocentrismo, la egolatría, y ya sabes que todo ególatra “se caracteriza por tener sentimientos de grandeza, una percepción exagerada de sus cualidades, necesitan ser el foco de atención, no le gusta recibir críticas y le cuesta simpatizar”, propio de quien se está permanentemente mirando a su ombligo, sus cosas, sus casas, sus bienes, su dinero, sus méritos, sus títulos, todo lo suyo, queriendo que todo gire a su alrededor, el gran sol, que no permite sombra alguna y que todo esté supeditado a él y solo en torno a él, que para eso es él y su ego tan alto y grande cómo el Everest.
Y si acudimos a una experta nos dirá: “El ego, así lo describe la psicóloga Mónica Tello, es el eterno insatisfecho, lleno de carencias y necesidades nos condena a buscar fuera lo que solo existe dentro. Obstinado y cabezota tiene muy mala fama. Sin embargo, detrás de nuestro ego se esconde el niño herido que una vez fuimos; un niño indefenso, asustado e inseguro. El ego mendiga amor, lo busca desesperadamente y cuando no lo consigue se enfada, se enfada mucho. El ego es el rey de la pataleta, intransigente, manipulador y con muy mala leche, cree que los demás están única y exclusivamente para atenderle, cree que deben halagarle, cuidarle, mimarle, quererle y servirle pleitesía total y absoluta”. Como vemos no tuvo buenos comienzos la persona dominada por el ego. Y su final ya lo conocemos de sobra. Él y solo él, como el Rey Sol a quien venerar y rendir pleitesía. “El estado soy yo” y necesitaba, tal vez por ello, algo tan fastuoso como el palacio de Versalles.
Ya ves: una misma palabra, yo y ego, que en principio es el mismo concepto y debería significar lo mismo, encierra significados tan dispares. Por eso mismo, búscame en mi más yo y aléjate de mí cuando aparezca por algún resquicio mi ego y permíteme, por favor, que yo haga lo mismo contigo.
https://youtu.be/EhMw6G4rzMw LORCA: "Las morillas de Jaén" / Sandra Redondo & Marisa Gomez

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