lunes, 23 de mayo de 2022

ENORME CONTRASTE DE TRATO SANITARIO

 

(DIARIO DEL ATARDECER - En Abril para más señas)

En mis cinco pasadas por Urgencias al Hospital, tras una operación de un tumor en la vejiga, que terminaría siendo de los no agresivos, aleluya, y a raíz de diversas complicaciones, que se enlazaban como un rosario, fui pasando por muchas manos, aunque quiero detenerme en dos preferentemente en cuanto trato profesional y humano, con una diferencia abismal. Este artículo intenta aportar al quehacer común un granito de arena por aquello de que nada de lo humano nos debe ser ajeno.
En la primera se trataba de una ecografía. ¿Diez, quince minutos?, posiblemente, marco el tiempo porque es significativo. Estaba recostado en la camilla y se acercó la doctora que, sin decir palabra, creo recordar, comenzó la prueba, y al instante se acercó un colega, médico debía de ser, y se pusieron a hablar, sin parar, desde el inicio hasta el final, mientras la doctora recorría mi bajo vientre y alrededores, pendiente al tiempo de la cháchara sobre dos personajes de un pueblo que ambos conocían. Tampoco me dijo adiós al final, quiero recordar, y lograron ponerme nervioso y hasta sentirme no muy bien tratado, porque desde mi ignorancia me preguntaba si no sería mejor que la señora en cuestión se concentrara en lo que estaba haciendo y me dirigiera alguna palabra para no sentirme como un trozo de carne al que se está analizando, y que el caballero moscardón dejara de insistir en el tema baladí y no alargara más la cháchara como si de una conversación en la barra del bar se tratara. Enseguida pensé que no hubiera estado mal llamarles la atención, qué menos, y con buenos modales, por supuesto, por miedo a que los dioses que llevan dentro no se vengaran conmigo, pero uno no tiene resortes rápidos y me quedé mudo como un muerto, rumiando mi desazón y la contrariedades que acarreaban fuertes dolores y escozores no menores en los bajos fondos, concentrados en mi pobre pene de puta pena. Mal, muy mal. Y me quedé con muy mal sabor de boca por el maltrato, llamémoslo así sin contemplaciones. O así lo sentí yo.
En la quinta estancia en Urgencias nuevamente asistí a un hecho que me derrumbó favorablemente. Me habían bajado a la Unidad de Observación en la zona de Urología y, nada más llegar, se acercó al momento la auxiliar de turno, y para que no pasara frío, porque lo hacía, sin yo decirle nada, debió de sospechar que soy friolero de narices, me colocó bien la sábana que estaba a su aire, me puso una manta, como Dios manda, me la remetió por un lado y por el otro y me salió del alma y del cuerpo dolorido, decirle: “qué buena eres, pareces una madre”. Me sonrió y me contestó que así se lo haría si fuera su padre. La miré a los ojos, grandes, muy bien pintados, y me pareció ver el mejor de los cielos en un sitio hecho para sanar y tratar al personal como aquella mujer, ni demasiado joven, ni demasiado adulta. Aún me queda el recuerdo de su mirada sonriente y el gesto de toda una madre amorosa. Gracias, infinitas gracias, que aprovecho para hacerlo extensivo a todo el personal sanitario que me trató en los 20 días larguísimos que tuve que pasar por allí.
https://youtu.be/yaPEkSRf6Vg Serrat sinfónico Herido de amor Federico Garcia Lorca

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