Debe ser así, si no vamos de cráneo, en picado y boca abajo, o peor aún, nos convertimos en momias, sin nada que poder decir, sin nada que aportar al acervo común, que debería ser el elemental compromiso por haber nacido en este mundo, parte de una tribu, un pueblo, un país, el planeta tierra.
Me ha venido esto a borbotones traer leer un artículo sobre la novelista y ensayista, premio Princesa de Asturias de las Letras, Siri Hustvedt, a propósito de su último libro “Los espejismos de las certezas”, Seix Barral, en el que no deja títere con cabeza con algunos de los principios intocables. Un buen aliciente para leer el artículo con sumo gusto e interés, es necesario estar sobre uno mismo, cuidando el tufo que desprende el moho, lo cerrado a cal y canto, lo acostumbrado por el simple y tonto hecho de que siempre se hizo así, y se hizo costumbre, porque pudiera ser que fue estúpida y salvaje desde que nació, y pudiera ser que no tenga que ser siempre así.
Y así: “Descartes se equivocó. No somos solo nuestra mente”. Albricias, ya era hora de que alguien se atreviera a cantarle al lucero del alba otra melodía, canción en la que siempre hemos creído, por otra parte, o intuíamos: cómo solo mente, cómo solo cerebro, cómo solo ADN, cómo alma y cuerpo divididos desde el nacimiento hasta la muerte y después de ella, si uno no se entiende, ni quiere, dividido, qué soy yo sin mis manos, mis pies, mi piel, mis caprichos, mis adorables despistes, qué soy yo, aunque me guste tanto la lectura, si me quedo en un ratón de biblioteca y se me pasa la vida, la fiesta y sus alrededores, sin yo enterarme. ¿Espíritu puro? ¿Qué es eso? ¿Y dónde dejo a este pobre cuerpo que tantos sabores y disfrutes me ha regalado?
“Descartes, dirá también, estaba completamente equivocado en su idea de separar cuerpo y mente y con él buena parte de los paradigmas de la neurociencia. La mente no está hecha de una sustancia distinta al cuerpo... La personalidad no es un estado físico, es algo en marcha, que cambia constantemente, y no se aloja en un único lugar”,
No, no se puede dejar fuera al cuerpo cuando se habla de lo que somos, y sobre la aún extendida idea de lo distinto que son el cerebro femenino y el masculino. “Me lo he pasado pipa leyendo sobre testosterona, ¡y la única conclusión a la que he llegado es que hoy se admite que no se sabe nada aún! Nuestras hormonas fluctúan, y el binarismo según el cual la testosterona corresponde a los hombres y los estrógenos a las mujeres es falso”, dice la escritora, ensayista y experta en neurociencia. Somos distintos unos y otras, en muchas facetas de la vida y la biografía de cada cual, pero no hagamos de ellos un mito más, nos viene a decir Siri Hustvedt. Termina citando a Ben Dupré, profesor y filósofo de la ciencia, que afirma que no somos cosas, somos procesos, un proceso continuado que no puede detenerse y que termina en la muerte y a Simone de Beauvoir, que cuando hablaba del cuerpo lo contemplaba ‘en situación’, en camino”.
Nada terminado, nada absolutamente perfecto, siempre en trance, siempre ascendiendo la montaña de la propia biografía y acaso y por fortuna siguen estando las cimas tan altas, y así la utopía está para que sigamos caminado hacia ella con la satisfacción de continuar con la tensión del primer día, porque no acabamos de alcanzarla, pero nos obliga a seguir y no quedarnos en la orilla adorando el pasado.
Insisto: Constantemente renovándonos, permanentemente cambiando y resucitando cada amanecer, como los cristianos en Pascua y los agnósticos cada primavera. Y todos cada mañana.
https://youtu.be/RLsQ-_jnxeQ J.S. Bach. Cantata 147. Jesus bleibet meine Freude Una de cal...
https://youtu.be/aKJvbTEnp0I LIGHT IN BABYLON - Hinech Yafa – Istanbu … y otra de arena.
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