jueves, 6 de enero de 2022

¿QUÉ SERÍA DE NOSOTROS SIN LAS MANOS?

 


Me ha llegado de pronto como un lamento interminable por no entender tanto olvido, tanta invisibilidad, tanto desamor, tanta desconsideración, y me he dado cuenta de que tenían, tienen, toda la razón, las dos a dúo, con sus cinco dedos cada una, tan parecidos, como hermanos, que no se separan nunca y tan diferentes en sus peculiaridades, que les hacen únicos, con su funciones repartidas y escrupulosamente llevadas con exquisita precisión. Toda la razón para su lamento y hasta su desconcierto porque saben a conciencia el papel que desempeñan en nuestra vida, que llega a ser de una importancia más que trascendental, única e inconmensurable, si la comparamos con el resto de los animales de la tierra. Uno es consciente cuando se da por enterado y se pone a pensar qué sería sin ellas y sin ellos a la hora de vestirnos, lavarnos, comer, acariciar, señalar, coger la multitud de objetos de distinta índole, hacer la compra, pagar, escribir, abrir las puertas y cerrarlas, llamar al ascensor, hacer a comida y todos los trabajos que se han puesto sobre nuestras mesas de trabajo y tajos diversos desde que el mundo es mundo...
¿Qué sería el hombre sin las manos?
Han sido su salvación desde el inicio de los tiempos cuando trepaba, árbol arriba, para defenderse o buscar la dulce fruta, hasta cuando en este mismo instante cogemos el ratón para navegar por Internet, pasando por Altamira, las pirámides de Egipto, las iglesias románicas, las catedrales góticas, la Capilla Sixtina, las Meninas, las sinfonías de Beethoven, los más altos y soberbios rascacielos y la más humilde de las chozas, toda la artesanía de la que hemos sido capaces de inventar y llevar a la práctica, y un infinito etcétera. Nada sin las manos, nada sin los dedos de las manos, sus auxiliares necesarios, que pueden hablar, traducir un lenguaje de signos perfecto más los que usamos en lenguaje simple y tan significativo como el signo del pulgar para designar ideas y expresiones como bravo, de acuerdo, cuenta conmigo, tan usado en las Redes Sociales, el dedo índice para señalar, apuntalar, el índice y el corazón como señal de victoria, el índice y el meñique para indicar los cuernos que le han puesto a alguien, o el corazón solo y enhiesto para mostrar sin pudor y no poca desvergüenza para decir “que os den”, aunque dé vergüenza ajena, y el entrañable corazón que forman y conforman los dos índices y los dos pulgares. Hasta les hemos trasmitido lo peor de nosotros mismos cuando levantamos airados el puño cerrado, como la mano abierta y levantada con aires marciales de guerra y de la calle es mía y la patria y la bandera de infeliz memoria.
“Del hombre miro / siempre las manos”, cantaba Raimon.
Manos para saludar, manos para abrazar, manos para trabajar la tierra, manos para limpiar heridas y curarlas, manos inocentes que meten la mano sin miedo en la boca del lobo de todos los miedos, manos que siguen escribiendo a mano cartas de amor, cuando ya no se escriben cartas de amor.
Sería interminable un relato que abarcara todo cuanto de grande y de inmenso valor tienen en nuestras vidas, y no debo terminar sin decir:
Gracias por tanto, gracias por todo, mis hermanas queridas, mis entrañables y simpáticos dedos, tan serviciales como inteligentes.
Y perdón, perdón, perdón, un millón de veces, por el olvido, por mi descuido imperdonable, por mi lamentable desconsideración y no haberos mimado como merecéis.
https://youtu.be/jMhViWjq-_U Manos de Mujeres" - Marta Gómez, Martirio, Andrea Echeverry & Anat Cohen)

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