domingo, 16 de enero de 2022

¿AMIGO DE LAS MAYÚSCULAS o las minúsculas?

 Una pregunta, amigo lector, apreciable lectora, así a bocajarro y a bote pronto: ¿Eres más de las mayúsculas que de las minúsculas o viceversa? ¿Y de ser ellas una casa, en dónde estarías más a gusto?

Hace días, desde que el hermosísimo libro “La vida pequeña - El arte de la fuga” de J. A. González Sáinz, me vengo haciendo esas pertinentes preguntas, porque van derechas al rincón más profundo de nuestro ser y existir. Es muy distinto, para el carácter y la personalidad, ser más partidario de catedrales y grandes y esplendorosas celebraciones que de humildes ermitas, pequeñas iglesias románicas, donde rezar a solas con uno mismo y tu dios, en el caso de que te apetezca hacerlo. Y diferente, al mismo tiempo, si te encumbras con mayúsculas, bien marcadas y entonadas como Dios, Patria, Paraíso arriba en el Cielo o aquí abajo en la Tierra, Paraísos Fiscales tan amados por personajes con excesivo amor al dinero, Por el Imperio hacia Dios, Revolución, Los Reyes Católicos, El Cid Campeador, La Conquista de América, Mansiones de 20 a 50 habitaciones, Castillos, Palacios..., o por el contrario eres partidario, partidaria, y estás más a gusto buscando a Dios entre la niebla, o la Verdad, dudando y afirmando, afirmando y vuelta a dudar, habitando en pequeños paraísos, y amigo de palabras, de andar por casa en zapatillas, como amapola, gorrión, arroyo, cuaderno de notas, unos vinos entre amigos, un café con algunas de tus mejores amigas, un repaso a la política con el peluquero del barrio, una canción de Rozalén, “Las pequeñas cosas” de Serrat, un haiku de Basho, la comida frugal, pero exquisita, con tus hijos, que se saborea con regocijo. Gracias al respeto y admiración que le tengo al verbo persistir, pude leer el magnífico y largo capítulo de “pequeñas mujeres rojas” de Marta Sanz, que estuve a punto de abandonar tras las primeras 100 páginas, porque no me seducía, ni acababa de engancharme, y me hubiera perdido una magistral narración sobre los fusilamientos de los falangistas a grupos de republicanos, a orilla de las cunetas, en el 36. Pero por persistir, no me lo perdí.
Las mayúsculas son las letras que se han subido por las paredes a golpe de sacar pecho y salido de la línea para sobresalir por encima de las otras, nos les interesa tanto ser ellas y competir con ellas mismas, para ser más, como sobresalir y por separado, montárselo a su bola, a su aire, mirándose mil veces al espejo día sí y día también, y ser más que las pobres y humildes minúsculas, que siempre caminan a ras del suelo, a su aire, felices con lo poco y celebrando los felices momentos de la vida cotidiana como si se tratara de la aventura más fascinante, y eso sí, guardando con escrupulosidad el puesto en la fila.
“Hasta Dios, al hacerse hombre, se apeó de su Mayúscula”. Así termina el capítulo al que me he referido el autor de “La vida pequeña”. No es mal final, desde luego, no es mal final.
Habrá que volver sobre este libro, que podría ser muy bien un libro de cabecera, por cierto, muy alabado por Muñoz Molina, Iñaqui Gabilondo, que lo recomienda con entusiasmo y Claudio Magris, ahí es nada, y no me extraña, porque uno sale de él mejor de lo que entró y, por eso, espera los dos siguientes, seguro que en la misma línea, que conforman una trilogía: “El arte del lugar” y “El arte del instante”. Os tendré informados.
Nota no tan al margen, porque viene como anillo al dedo, una cita de “La vida pequeña”, pág 150, en donde se detiene el autor a proponer algunos ejercicios: “Ejercicios de silencio, ejercicios de escucha, de quitarse de en medio, incluso de en medio de uno mismo, si uno está muy en medio, y de poner algo más de distancia, algo más de alrededor, de aire, de medida, siempre algo más de silencio o estupor... ejercicios de espíritu, pero a la par de también de materia... ejercicios de respeto en todo caso, de exigencia y respeto, ejercicios de cualidad humana”. Un libro que es una biblia, no lo había dicho y lo digo ahora, una biblia laica.
https://youtu.be/2u0XXpVGUwk Jethro Tull: Bourée (Una flauta travesera..., también entre las cosas minúsculas y las grandes maravillas)

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