domingo, 26 de diciembre de 2021

PÁRATE, NO CORRAS

 


Es como si encontraras un papel tirado en el suelo y te llamara la atención por algún motivo, a mí me ha tocado de cerca este que he encontrado esta mañana de domingo en Facebook, y me he dicho: párate, no corras, ahí tienes donde hincarle el diente y la pluma.

Nos pasa, que damos un beso y miramos para otro lado hacia el infinito de la nada. ¿Haríamos lo mismo de saber que podría ser el último?
Y si supiéramos que no íbamos a volver a verle, o a verla, ¿le daríamos ese abrazo flojo-flojo y rápido-rápido que nos ha salido del fondo de la desidia y el alelamiento?
Dije una vez, y di vueltas sobre ello que, a veces, o muchas, no estamos donde deberíamos estar y nos damos contra el muro de las lamentaciones cuando ya no tenemos opción de enmendar la plana y estar más en el meollo del tema, del problema, o de lo que le sucede al otro y qué le está matando o simplemente preocupando o está que va por la vida como una moto.
¿Cómo vamos a besar, abrazar, tocar lo que estamos haciendo si supiéramos que ya no vamos a tener más ocasión de hacerlo?
¿Abriríamos la ventana, daríamos un paseo por la ciudad, regaríamos las plantas, comeríamos un bombón helado, estaríamos en clase o en una tertulia... de la misma forma, sabiendo que todo eso podría ser la última vez?
¿Y de qué valdría pedir perdón ya, a lo tonto y a destiempo?
Se nos pasa la vida, se nos pasa el tiempo, se nos va ese instante que podría encerrar en sí momentos de infinita felicidad por no estar concentrados mínimamente en los fulgores que encierran las cosas y la vida, aun en el papel del periódico de la semana pasada.
Perdón, ahora sí, a tiempo, si no te beso y te abrazo con la intensidad debida y que tú y yo nos merecemos.
Perdón, a quien corresponda, por ir por la vida papando moscas, ajeno, ajenos, a lo que le sucede al personal, por mucho que diga que “nada de lo humano me es ajeno”, que aprendí de memoria en mi juventud, porque me pareció que es de las cosas que no deben olvidarse y practicarse.
¿Cuántas veces tendré que repetirle a este caballo trotón y apalominado que llevo dentro, que no acelere el paso, que disfrute de todo cuanto de disfrutar hay en el día a día y viva con mucha mayor intensidad y hondura todo cuanto debe vivirse a conciencia? ¿Cuántas?
Perdón, perdón, si cuando estoy contigo me dedico a tontear con el móvil con los que están lejos, que ya es el colmo de la desfachatez, o grosería, tal vez, espero que sea la última vez, perdón, perdón.
https://youtu.be/YXG-1_EpR78 Anne-Sophie Mutter - Beethoven: Romance No. 2 in F major. Él, uno de los más grandes, ella, una de las mejores violinistas.

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