jueves, 4 de noviembre de 2021

TIEMPO DE PERDÓN-TIEMPO DE VERGÜENZA

 Tiempo de perdón: Nos pongamos como nos pongamos, se pongan, más bien, como se pongan, los bien pensantes de siempre y no tanto de acción, es tiempo de perdón, si no, nos vamos todos al carajo y a los tiempos prehistóricos de la piedra ni siquiera pulimentada. Porque de lo contrario aquí no hay quien viva: perdón si a tu pareja de baile le das un pisotón; perdón si te tropiezas con alguien sin querer; perdón, qué menos, aunque sea a los quinientos años de toda colonización, sin sacar banderas al viento y pecho arriba, porque se cometieron muchos desmanes, latrocinios y demasiadas muertes, en nombre de piadosas palabras y mentiras terribles; perdón por no habernos comportado con nuestros padres con la mayor de las atenciones y el mejor de los cuidados, el que esté limpio de pecado..., ya lo sabes; perdón por no haber cortado el cordón umbilical de los hijos a su debido tiempo y no darles la libertad debida en todo tiempo y lugar, porque suya es la vida, suyos los caminos, suyo el futuro que a nosotros ya no nos pertenece. Y podría seguir así hasta el infinito sin dejar la palabra que se pierda en el desván de los objetos rotos y se baje de los labios, porque con ella se crea y recrea un mundo más limpio. Perdón y piedad para que haya aquí paz y aquí gloria. Y a todo esto, Aznar, Rajoy y Casado sin pedir perdón por la Caja B y otras menudencias, y don Juan Carlos, el rey emérito, por sus cosas, ay.

Tiempo de vergüenza: Me apunto a lo que ha dicho el Papa Francisco respecto a los abusos de cientos de religiosos pederastas, identificados solo en Francia más de 3.000, “Es el momento de la vergüenza, dijo, y expresó a las víctimas, en su mayoría niños, “su tristeza y dolor por los traumas que han sufrido”, aunque no bastan las solas palabras, con ser tan importantes, porque de bajar a los hechos se trata y no mirar para otro lado y escabullir el bulto como la Conferencia Episcopal Española. Aunque mientras no se vaya al origen del problema, esto no hay Iglesia que lo resuelva y apague, y el origen, creo yo y lo creen muchos, está en la ley del celibato obligatorio. La cifra de 330.000 víctimas, solo en Francia, obliga a remover todo obstáculo.
Es tiempo de vergüenza, ajena y propia: Primero la propia para que nadie pueda apuntarnos con todo derecho con el dedo, porque: ¿quién es el guapo que no tiene que pedir perdón y avergonzarse en algún momento de las estupideces, al menos, cometidas? Solo los guaperas mirando a la luna y a su ombligo se creen a salvo. De lo que se hizo francamente mal y de cuanto se dejó de hacer, silencios no debidos, o palabras a destiempo o no dichas cuando había que haber salido con la palabra a tiempo denunciando lo sucio o lo injusto o anunciando lo nuevo y necesario.
Y la ajena, solo hay que estar ojo avizor y con el oído atento para que nos estemos avergonzando de todo cuanto pulula a nuestro alrededor, que es mucho y muy variopinto, con mucha vilis, demasiado cinismo, alta hipocresía, cantidades industriales de arrogancia, mirar con cara de despistado y que no va contigo cuando te lo estás llevando crudo al bolsillo o a los dichosos y nefastos paraísos fiscales, quedándonos aquí cuatro pelagatos mirando alelados y susurrando, entre tristes y altamente cabreados: qué poca vergüenza, santo cielo, por la vergüenza ajena . Al fin: alta virtud, la santa vergüenza, a valorar y defender en tiempos sombríos de mucha desvergüenza. Nos pone en el camino de la virtud, decía Aristóteles. Ahí es nada.
https://youtu.be/rnW_Nhpt7no Anne Akiko Meyers, Liebesleid

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