domingo, 21 de noviembre de 2021

¿POR QUÉ CANTAMOS ESTANDO LA COPLA COMO ESTÁ?

 


Cantamos porque estamos solos y lo hacemos cuando estamos bien acompañados y con ganas de fiesta, y sabia la madre cuando le canta al bebé una nana para que se duerma y para espantarle el miedo. Dice Coetzee en su novela “Desgracia” que “el origen del habla radica en la canción y el origen de la canción, en la necesidad de llenar por medio del sonido la inmensidad y el vacío del alma humana”, también, porque fácilmente el primer humano se lanzó con un grito, un suspiro, un amago de balada y tuvo que detener el chorro de voz para hilvanar la primera comunicación con el que tenía en la cueva de al lado, y desde luego para llenar con los sonidos la inmensidad y el vacío que nos doblega y nos aísla. Pero escuchemos un poco más la voz y el pensamiento tan hermoso del escritor sudafricano, Premio Nobel de Literatura:
“Un niño en la oscuridad, presa del miedo, se tranquiliza canturreando. Camina, camina y se para al ritmo de su canción. Perdido, se cobija como puede o se orienta a duras penas con su cancioncilla”. La tarde se serena y se alejan los sentimientos turbios de las sombras y el miedo a la soledad y a la noche oscura.
Emily Dickinson vivía con un miedo que no podía contar a nadie y precisamente por eso cantaba como canta el niño al pasar junto a un centenario. En algún momento todos lo hemos hecho.
He leído mil veces y recitado muchas, el precioso poema de Benedetti, “Por qué cantamos”, con la que está cayendo, con todo lo que está pasando en cada minuto inexorable y pendenciero, “si cada hora viene con su muerte / si el tiempo es una cueva de ladrones / los aires ya no son los buenos aires / la vida es un barco a la deriva”, y los niños se quedan sin juguetes, las madres se nos mueren de tristeza, las mujeres son violentadas, violadas, masacradas, sigue como si tal cosa el hambre en el mundo, el coronavirus haciendo estragos..., y más y más y más. Y Vd. preguntará por qué cantamos. El poeta le da la vuelta a la tortilla y en la segunda parte del poema aparece la melodía cálida y esperanzadora con todos los prodigios que la canción encierra y el sentido de por qué cantamos. Cantamos porque el río suena y su belleza es completa, y por el niño, que diciendo solo eso ya sobra todo añadido floreado y tantas veces ripioso, porque nuestros muertos quieren que cantemos y nos vayamos de farra a sacarle el máximo partido a la vida, todo menos amuermarnos a lágrima viva y cara de puchero avejentado, etc. etc.
Recordad la canción de Rozalén que, recientemente, adosé a uno de mis artículos: “El día que yo me muera, no lloren porque me fui / Alcen la copa y brinden por todo lo que viví” y te dan enormes ganas de baile y cante. Y así Malena, con toda la tristeza acumulada e infinita del triste bandoneón sigue cantando y en cada verso pone su corazón, aunque se ponga amarga en la sal del recuerdo..., o lo que sea, porque aun así “te siento más buena, más buena que yo”, y ese sentimiento nos hace mejores. ¡Cómo no cantar a solas o bien juntos y muy acoplados, aunque caigan chuzos de punta y la muerte siempre nos esté rondando! Además, ¡hay tanto que celebrar!, sin olvidar lo que decía Bertolt Brecht: “Se cantará también en tiempos oscuros”.
https://youtu.be/jk6sMnsaSFc Malena - Susana Rinaldi. Sublime,
https://youtu.be/s27c05uHTQQ Alfonsina Y El Mar M. Sosa. Imposible cantar mejor esta canción. Imposible. Y hay mil versiones.

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