domingo, 30 de mayo de 2021

HISTORIAS DE DESAMOR O NO TANTO

 

Me confesó el milagro de lo imposible, porque algo que se había muerto, seguía muy vivo:
Se marchó sin decir nada y de forma explícita dio un portazo que tronó como un signo de interrogación y desprecio: “adiós, me has defraudado”, cuatro palabras, nada más, que retumbaron como un trueno de negra tormenta rompiendo cristales, y habían sido 17 largos años, 4 meses y 14 días de amistad profunda, ¿o fue intenso amor? Hiciste duelo durante unas semanas en los que el silencio y los interrogantes se intercalaban con desasosiego hasta que comenzaste a respirar con la profundidad necesaria para ir sanando heridas, y desde entonces te he visto ir creciendo en soledad, rehaciendo tu vida y, curiosamente, he constatado cómo has contabilizado el tiempo: 3 años, 5 meses y 18 días, en los que has ido reconstruyendo, en los pliegues de tu memoria, el castillo que fue o el lago de sosiego y fecundidad que supuso aquella relación. Todo aquello murió y ha vuelto a nacer al hilo ordenado de tus recuerdos. Y esa relación de honda amistad ¿o fue intenso amor?, ha dado lugar a un larguísimo rosario de momentos inolvidables, intercambio de detalles y besos y colonias y libros y bolsos y atardeceres con lluvia paseando juntos y largos cafés de media tarde hasta las luces de la anochecida, fumándoos una caja entera de los mismos cigarrillos a dúo y a destajo, y la llamada al llegar a casa, ¡qué café más delicioso y qué bien se está contigo!, y era solo amistad, ¿o había algo más?, y algunas sombras que se saldaban con nuevos encuentros y más luces... y aunque te sigues preguntando sin obtener respuesta a una hora determinada, que no sabes por qué precisamente a esa hora exacta, la cita puntual que te viene para recordar todo aquello que fue y que a simple vista murió, pero lo cierto, con toda certeza, es que sigue creciendo el castillo en altura y profundidad, y al lado del lago se ha ampliado el jardín y en el salón hay más plantas que nunca y en el centro de la mesa de tu memoria un jarrón con rosas que no se marchitan en estos últimos 3 años, 5 meses y 18 días, me decías, aunque terminas con la cabeza gozosamente hecha un lío. ¿Cuál es más verdad, aquello que ya no es, a pesar de que duró 17 largos años, 4 meses y 14 días, me dijiste, o este más pequeño espacio de tiempo no menos hermoso e intenso. Y no es verdad, o media solamente, que aquello quebrara y se convirtiera todo en ceniza, polvo y fractura, como en el último endecasílabo del soneto inmortal de Góngora que todo se vuelve “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”, porque no es cierto, nada termina, aunque no sabes, pero no importa, dónde está la gran verdad, si en el terreno de lo real o en el de la memoria.
Como releía esos días un poema de José Luis Cancho en “Cuaderno de invierno”, sobre la separación de un hombre y una mujer y, tras repasar los grandes momentos de la unión, sintetiza y abre una puerta, esa que nunca debe cerrarse, con estos tres versos, tres versos para cerrar esta historia abierta:
“Todo termina / los viajes y el amor. / Nada termina”.
En efecto, nada termina, porque lo vivido, aunque quisiéramos darlo por muerto, nunca desaparece del todo, sigue siempre ahí, puede agrandarse y rehacerse de nuevo, aun cuando sea a solas y en los rincones mejor cuidados del cerebro o del corazón.
https://youtu.be/pWcQ1ATWtQw Joan Manuel Serrat - Dondequiera que estés

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