domingo, 11 de abril de 2021

SIN UNA SOLA PALABRA AMABLE LA VIDA ES TERRIBLE

 



Las palabras nos pueden salvar, nos salvan, sobre todo cuando levantan la tapa del cerebro y lo desperezan, o cuando afinan la fibras más sensibles del corazón, o cuando te detienen el aliento, o cuando te dan ganas de seguir por tu cuenta y riesgo, y también si te llevan a celebrar algo, la vida, por ejemplo, y si te arrastran a querer transformar las cosas o cambiar el cauce del río, si va por donde no debe... Lee despacio y verás: “No es necesario hacer un distingo entre lo material o lo inmaterial, lo esencial es aquello que hace que la vida sea más humana y eso se reduce al pan, entendido como subsistencia y también como casa, y al canto, la palabra amable, con sentido: estamos a la intemperie y necesitamos cobijo, un abrazo, una palabra amable. Sin una sola palabra amable la vida es terrible”. Y te darás cuenta de que más de una vez lo has pensado, pero ordenarlo así, bien denso el discurso y tan pleno de contenido, te dan ganas de jugar con las palabras, paladearlas y que hagan nido en el cerebro. Queríamos ir a lo esencial y ahí de golpe lo tenemos ordenado: pan, casa, canto, y ante la intemperie otras tres palabras: cobijo, abrazo, amable, una palabra amable. Y para remachar con esta conclusión sin vuelta de hoja: Sin una sola palabra amable la vida es terrible. ¿No te das cuenta de ello ante la feroz jauría humana de los parlamentos, las tertulias, algunos políticos siempre con la bayoneta cargada, algunos púlpitos como emisoras y algunas emisoras como púlpitos, la calle, la barra del bar...?
O esta breve y rápida pincelada que resume la actualidad más hiriente: “La sociedad actual no promueve ni el afecto ni la sensibilidad” Y por eso vamos tan perdidos por las calles del mundo y, a veces, tan gélidos y sin cara de amigos. Y cuando tantas y tantas vueltas le damos y no acabamos de ponernos de acuerdo sobre qué es eso de la educación, con un simple brochazo te pone delante de las narices lo esencial: “Educar es evitar la frialdad y la indiferencia”, porque si eres maestro o padre y madre o abuelo o hermana mayor, debes saber, debemos, que lo que buscan y quieren, buscamos y queremos, los seres humanos, desde los 2 hasta los 96, es un trozo de pan, una canción, un poquito de calor, dos abrazos largos y pausados y todo lo contrario de la indiferencia: que te miren, piense en ti y te tengan presente, que cuando estén contigo, estén contigo sin mirar y atender al puto móvil o deseando estar en otro lugar. Y que la cultura, que tú y yo hemos pretendido se acerque a su significado más profundo y si queremos definirla o situarnos ante ella, ahí tenemos un buen punto de vista: “La cultura no cae del cielo, requiere un esfuerzo, la humanidad demanda esfuerzo y cuidado, Europa se ha olvidado un poco de ello, y una existencia sin reflexión no vale la pena: es una existencia muy delgada, banal”. Y te quedas saboreando esta última palabra y te das de bruces con la banalidad de tanto personaje público que dice todo lo que piensa sin haber reflexionado un solo segundo ante la cantidad de memeces, simplezas, simplismos y blablaba de solo y puro cacareo. Todas estas citas se las debo al filósofo Josep María Esquirol, que habla así refiriéndose a su último libro publicado “Humano, más humano”, que he me prometido ir cuanto antes a por él a la librería más a mano. Las citas las he tomado de una entrevista que le hace el periodista Carles Geli en El PAÍS.
Nota no tan al margen: Ayer fui a por el libro, y al abrirlo, me encuentro con las dos primeras palabras que son precisamente: “Se necesita poco para vivir. Pan y canto”. Me da que va a estar a mucha altura y profundidad. Qué gusto. Ya os diré.
https://youtu.be/HSkqNfM4t2A NACHO MASTRETTA - Bajo la luz de la luna. Vaya con esto mi homenaje a todos esos músicos que lo están pasando tan mal en esta desdichada pandemia.

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