jueves, 11 de febrero de 2021

EL CEREBRO NECESITA EMOCIONARSE PARA APRENDER

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Fui mal estudiante. Solo comencé a reaccionar en positivo al final de la carrera. Hasta entonces, estaba siempre en otra onda, en Babia o en mi luna pelando la pava, aquello no me interesaba lo más mínimo. Aprobaba por los pelos. No me concentraba en la tarea. Iba a mi rollo que no era el de los estudios que veía como una aburrida e insípida imposición, y por eso entiendo el descubrimiento con alegría inmensa al que ha llegado la ciencia, así como que el modelo pedagógico basado en el alumno como receptor pasivo no funciona. No funcionaba en mí y en muchos más, me daba la sensación.

“El cerebro necesita emocionarse para aprender”, explica José Ramón Gamo, neuropsicólogo infantil y director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos.
Gracias, muchas gracias, puedo decir que yo he aprendido desde que comencé a emocionarme con lo que estudiaba y todo cuanto caía en mis manos. Un ejemplo, que he comentado ya alguna otra vez, muy clarividente: estaba deseando terminar los exámenes trimestrales para ponerme a escribir a mis anchas y con verdadera pasión. Aquello sí que me emocionaba, como me sigue pasando ahora mismo. Es en las horas del parto de mis escritos cuando me encuentro con lo mejor de mí mismo, concentrándome al máximo, viviendo el momento con gran intensidad y corrigiendo y volviendo sobre ello, para perfeccionarlo, encontrando una enorme satisfacción. Como tus hijos, si los observas bien, como tú mismo, ante lo hecho o lo que llevas entre manos, sin duda.
Hay pasotas, pero menos de lo que se cree, la inmensa mayoría se entrega con entusiasmo a la tarea cuando esta le interesa, le motiva y le emociona. Y la verdadera y urgente y más sabia labor del profesor o de los padres es que las tareas interesen, motiven, y emocionen. Todo el mundo, salvo rarísimas excepciones, es más feliz estando activo y los cinco sentidos abiertos que como una seta a la vera del camino y al margen de la fiesta. Siempre pensé que es bonito ver bailar, pero incomparablemente más hermoso bailar; estupendo escuchar, pero infinitamente mejor cantar, tocar un instrumento, hablar lo que uno lleva dentro, comunicarse, escuchando, pero logrando que también te escuchen; magnífico ver, pero si tienes el veneno en el cuerpo de pintar, esto es más grande todavía... y así hasta el infinito, porque la acción está por encima de la pasividad, el gozar del padecer, la alegría sobre la tristeza.
Bienvenida la neurodidáctica con la propuesta de un cambio en la metodología de enseñanza para sustituir las clases magistrales por soportes visuales, mapas conceptuales o vídeos con diferentes apoyos informativos como gráficos interactivos que requieran la participación del alumno. Otra de las apuestas es el trabajo colaborativo. “El cerebro es un órgano social que aprende haciendo cosas con otras personas”. Hermosa es la experiencia de todos los grupos que se organizan en las clases y en los talleres.
Cómo contrasta todo ello con los métodos tradicionales basados en clases magistrales, memorización y exámenes orales o escritos. Los métodos nuevos marcan este orden: “Primero va la motivación, luego la atención y por último la memoria”. Y con la motivación, el intento permanente de que les entusiasme la materia de la que se trate en cada momento, si no estamos al cabo de la calle fomentando el pasotismo, y en lugar de concentrarse en el estudio, papar moscas y lejos, muy lejos de la clase o el lugar del crecimiento personal y grupal. Pues eso, que necesitamos emocionarnos para seguir aprendiendo.
https://youtu.be/R-MbbebSQjQ Jacques Offenbach - Barcarolle from The Tales of Hoffmann, Belle nuit, ô nuit d’amour

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