viernes, 14 de diciembre de 2018

CONCEPCIÓN ARENAL, FRÁGIL MUJER DE HIERRO


Las mejores autobiografías, escribe en uno de sus muchos artículos, el novelista Graham Greene, son las que escriben las ancianas señoras con una malicia adquirida en torno a una mesa de té, y las peores las que escriben los políticos con sus interminables detalles de lo que sucedía entre bambalinas a la hora de aprobar las viejas leyes domésticas. Nada tiene que ver con estas dos modalidades la extraordinaria biografía sobre Concepción Arenal “La caminante y su sombra”, de la escritora y crítica literaria Anna Caballé, que termino de leer gozosamente.
Nos hallamos ante una obra de gran envergadura, magistralmente escrita y bien documentada, que nos acerca, cómo no, a una mujer -“mujer tenía que ser”- silenciada, olvidada y desconocida, por muchas calles en toda España que lleven su nombre. Concepción Arenal es la pensadora española más importante del siglo XIX, original y adelantada a su tiempo, que dedicó toda su vida a la defensa de la mujer, la reforma de las cárceles y la causa obrera. Al morir, uno de sus amigos, Gumersindo de Azcárate, diría: “Era el mayor sabio de España, uno de los mayores de Europa en derecho penal y en sociología”. Otro de sus buenos y gran de amigos sería el fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos.
De forma pormenorizada vamos asistiendo a la personalidad de una joven precoz intelectualmente “marcada por una sobriedad en el vestir, por la virilidad del pensamiento y por la compasión al prójimo”, de talento excepcional, carácter arrogante y rebelde, obedeciendo de forma prioritaria a su propio criterio. Ningún tema quedaría fuera de su interés, siguiendo el camino trazado por su padre, mucho más que el de su madre: “de la literatura a la filosofía, pasando por el derecho y el activismo social, el maltrato animal, el pacifismo, los derechos de la mujer, el abolicionismo, el ecologismo, la reforma de las leyes, la protección de los necesitados...” A pesar de ello cuando se mira hacia adentro se ve como una nube de contradicciones que habita en el corazón y en la mente. Y quiere que se la valore por su belleza interior, por el poder de su mente, por su cultura y por la claridad de sus sentimientos, por su carácter reflesivo y por su bondad.
Escribió algunas novelas como “La historia de un corazón” y “Nacidos para la púrpura”, además de poesía, pero su obra importante será la relacionada con el derecho y la sociología: “Cartas de los delincuentes”, “La mujer del porvenir”, “Estudios penitenciarios”, “El visitador del pobre”, “El visitador del preso”...
Desde joven había declarado su deseo de ser abogada. A los 21 años, para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid tuvo que disfrazarse de hombre, se cortó el pelo, vistió levita, capa y sombrero de copa, y al descubrirse su verdadera identidad tuvo que intervenir el rector para que se la autorizara a asistir a las clases y llevada de la mano de un profesor.
No le fue nada fácil la vida, perseguida por la muerte prematura de familiares, frágil de salud, minada por frecuentes jaquecas, entre otras dolencias y decaimientos de ánimo de sentirse como la voz que clama en el desierto, pero hasta sus últimos días toda su vida estuvo totalmente orientada a su excepcional obra y dominada por la escritura, el pensamiento y la acción.
La biografía de Anna Caballé no cae en ningún momento en el fácil halago y la hagiografía al uso para ensalzar al santo, en este caso la no santa, pero sí sabia, retratándonos a la protagonista de cuerpo entero con sus sombras y sus luces, si bien como nos anunciará en las primeras páginas tratará de demostrar a sus lectores que Concepción Arenal es la pensadora (incluyendo también el género masculino) más interesante del siglo XIX. Conclusión a la que llega, creo, cualquier lector que se acerque a esta excelente obra y a esta mujer singular.

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