lunes, 10 de diciembre de 2018

LOS ROSTROS DE LOS OTROS DEVUELVEN TU PASADO



Ejercicios para mayores de cincuenta años y a cuantos se van acercando de forma precipitada.
1.- Sal a la calle y no vayas por el mismo sitio de siempre. Esto te pone en mejor disposición para ver cosas nuevas y facilitar la labor de la imaginación y la fantasía tan necesarias en tiempos muermos. Al primer niño que veas míralo con detenimiento, de arriba abajo, y rápidamente borra la imagen y crea una nueva: tú mismo, de esa misma edad. Recréate en ello, no tengas prisas, ¿para qué? Pues para volver al niño o la niña que fuiste. En la película larga y olvidada de tu niñez hay un sinfín de momentos excelsos que nunca debieron perderse. Te pertenecen, ¿no ves cómo aflora con rapidez la misma sonrisa, aquel gesto solo tuyo y muy tuyo que se ha quedado agazapado sin tú darte cuenta? Solo ha cambiado el exterior, unos centímetros hacia arriba y a los lados, cuatro arrugas despeinadas, un pelo que ha perdido todo su color, pero en el fondo más hondo eres clavadito, clavadita-clavadita. Haz un recorrido por los momentos que recuerdas con mayor satisfacción y deja que sigan anidando largo tiempo. Te vendrá bien.
2.- Sigues caminando y ves a una panda de chavales adolescentes que se ríen y pareciera que lo hacen a lo tonto, se ríen de todo sin descanso. Pues bien, no se te ocurra poner la menor pega, porque deberías robar parte de esas risas, las mismas que tú protagonizabas con su misma edad, y quédate con ellas larga rato. Son impagables. ¿No ves qué nuevo esplendor tiene la tarde, qué color más brillante han adquirido tus ojos y cuánto aire fresco y limpio acaba de entrar en tus pulmones? Recrea y recuerda los grandes momentos vividos que se perdieron sin saber nadie por qué y tan aprisa: Fueron los primeros descubrimientos de cientos de cosas y muchos mundos a punto de estallar. Hazte preguntas como ¿si yo estuviera en esos grupos qué haría y como me comportaría? Déjate empapar de sus rostros y agradece cómo sin querer te están devolviendo tu pasado.
3.- Esta última mirada es para nota. Te encuentras con jóvenes de todo tipo y condición, mejor o peor vestidos, enseñando lo que cada cual quiere y le peta, hablando a gritos o ensimismados en sus móviles y, antes de darle a la manivela de tus pensamientos rápidos, te vas a los años que tuviste a la misma altura de estos y recuerdas una y mil situaciones semejantes, totalmente diferentes, algunas idénticas, y lo que pedías entonces es que no se metieran tanto en tu vida que empezabas a estrenar con pasión y orgullo, muchas veces confuso y desorientado, y comienzas a verte detrás de cada uno, de cada chica, si eres mujer, y te miras despacio y con cierta ternura y admiración, sin dejar de tirarles una sonrisa, aunque no te vean.. ¿Después de esto, te gusten o no te gusten, vayan como vayan, hablen con envidiable desenvoltura o excesiva timidez, a ti qué más te da, si son ellos, es su mundo al que puedes entrar solo si ellos y ellas te dan permiso?
Y no olvides lo que ha escrito recientemente una mujer sabia:
“La vejez es un territorio descreído benévolo, que igual juega admirada con un niño, que es siempre el futuro, que se sonríe, escéptica, ante cualquier idea de alterarlo radicalmente”, Amelia Valcárcel.

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