martes, 4 de septiembre de 2018

¿NO SOMOS NADIE?


No lo pueden remediar. Están contemplando su muerte, y duele, y las muecas les salen por los ojos, junto a las lágrimas, y se quedan solos ante el desamparo, ante la tragedia fatídica, irremediable, y claman entre llantos: “No somos nadie”. Aunque haya pocas cosas tan sabrosas, de tarde en tarde, como un par de huevos fritos. No les importa que hayan dado tantos instantes de placer, para eso nacieron, ¿para eso nacieron?, ellos creen que no. Su suerte estaba en seguir vivos, continuar transmitiendo vida, pero morir así, fritos, despanzurrados, hasta ahí no habían llegado nunca sus pensares y sentires más hondos, y de ahí tanto lamento, tanto duelo, tanto baile macabro de ojos y rostro entero. Ya sabes el dicho de aquel que iba siempre cabizbajo y echando pestes y negrura a su alrededor: “No somos nadie”, y la respuesta luminosa y certera del que estaba harto de tanto pesimismo: “Eso lo serás tú”.
Si recuerdas, hace unas fechas, hablábamos del huevo que se hacía preguntas trascendentales sobre si se rompe desde fuera o desde dentro. Desde fuera, ya sabemos que solo sirve para convertirse en huevo frito, si no peor: en el suelo hecho inútilmente añicos, pero si lo hace desde dentro, aflora la vida y presenciamos su crecimiento asombroso, para terminar diciendo que las cosas importantes nacen del interior.
Se rompen las olas, te lo recordaré de nuevo, y vuelven otras y otras y otras y el mar sigue y sigue y sigue, como la vida, si nos dejamos llevar por el viento favorable del libro "Martes con mi viejo profesor" de Mitch Albom. Se rompen las olas... y quedan los dulces recuerdos, que no pueden quitárnoslos, y hasta la elegancia de dar paso a otros, cuando nos toca a nosotros.

No hay comentarios: