sábado, 1 de septiembre de 2018

AY, MI MADRE, QUÉ ROSTRO


Esta mujer no puede ser mala persona. Le sale la bondad desde dentro y aflora en todo su rostro. Tuvo que ser muy guaja de joven. Es muy guapa, y va cargada de joyas, más baratas que caras, diría yo, con esos pliegues de la piel tan entrañables, a pesar del tiempo airado-arado implacable hasta el fondo de los surcos y las arrugas. Es coqueta como toda mujer que se precie y algunos hombres cuando pueden lucir algo.
Si te quedas un rato mirándola te invade la ternura en el interior y de dentro te brota una agradable sonrisa que se queda contigo largo rato. No tienes más remedio que darle las gracias por el bien que te hace y el mejor de los regalos de la tarde. Escribo después de la breve siesta. Mi mejor momento para estas cosas que yo hago y no me canso de mirarla. Por la noche corrijo.
Síguele la pista y déjate arrastrar por la luminosidad de sus ojos y la sonrisa que le llena el rostro, permite que te coja la mano con esa mano de niña, adulta y vieja y sentirás el calor del mundo. Pero no te vayas sin decirle que está guapísima y que los collares le hacen aún más guapa. Y más que guapa: bella por dentro y por fuera.
En cuanto la he visto, por aquello de que me dejo llevar por el trapero que ha habita en mí, de recoger cuanto pillo y llevarlo a mis cuadernos como material de uso, de citas y de inspiración, la he guardado, pero mi impaciencia se ha puesto en pie y aquí estoy pergeñando estas apresuradas impresiones.
Cada arruga, y tiene muchas, encierra una historia: en momentos, aventura; en intervalos, tragedia, y muchos instantes de estar bien consigo misma y los suyos, que así es la vida: un vaso medio lleno, a veces, y medio vacío, otras; espacio de luz y sombras, risas al por mayor y amargura por doquier, pero esta mujer es de la estirpe de las que están viendo siempre el vaso casi lleno y te invitan a ir por la vida, además de ligero, dando brincos de alegría por cuantas cosas hermosas nos suceden a cada paso si se tiene el alma predispuesta a lo justo, lo bueno y lo hermoso. Hasta creo que tiene algo de todas las madres, y nuestras madres algo de esa mujer. Yo, al menos, estoy viendo en ella, un poquito de mi madre en muchos de sus mejores días.
Quédate, por favor, un poquito con ella, con su luz, su sonrisa plena y su infinita ternura, pero no tengas prisa, ¿para qué? y verás cómo te hace bien, te lo aseguro.

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