domingo, 14 de enero de 2018

EL LENGUAJE DE DE LOS NIÑOS


El lenguaje y los gestos de los niños son oro molido y concentrado. Y no le dan ninguna importancia. Les sale de dentro, de su alma infantil, que está sin estrenar, sin dobleces, virgen como la nieve que cae blanca-blanquísima sin ser hollada por nadie. Así que:
Aprende a guiñarle un ojo a la vida y vuélvela loca, como esa niña. Yo voy a intentarlo.
Disfruta de las tostadas con mantequilla como si fuera la primera vez, o de un bombón, unos espaguetis, un bocadillo de mortadela o jamón ibérico, dejando de lado la calidad fijándote más en que estás saciando el hambre y saboreando los productos de la tierra, sin la exquisitez del ejecutivo que se las sabe todas y alardea.
Haz una larga lista de las cosas estupendas que hacen los niños de hoy que te lleven al niño-niña que tú fuiste ayer.
Multiplica por diez los colores del arcoíris como lo haría tu hijo, tu nieto y tú cuando tenías 6 deslumbrantes años.
Sube las escaleras, si puedes de dos en dos y, si te cuesta, hazlo cojeando, juega con ellas, y verás cómo no deja de ser un corte de mangas al coste de la subida.
Deja que brote la emoción a rienda suelta y no importa si levitas como cuando, anoche mismo, tocaba María Joao Pires en el Concierto para piano y orquesta nº 3 de Beethoven, en el Auditorio Miguel Delibes, y yo, ensimismado, veía el movimiento de sus pequeñísimas-gigantescas manos y oía los sonidos que arrancaba de cada nota con elegante sutileza y velocidad indescriptible llevando el ritmo con todo el cuerpo. He seguido en casa toda la tarde del sábado con Beethoven, Mozart y Chopin interpretados ¿magistralmente? pues claro, por ella: María Joao Pires. Toca las teclas como cantando una nana a su bebé y de pronto sus manos son como dos liebres veloces subiendo por la ladera ¡Qué mujer más grande, siendo tan pequeña!
Pellízcate cuando te arrugas, te avinagras, todo te incomoda, hazte cosquillas y allí donde más cosquillas tengas dormidas.
Ríete de ese pobre diablo, que eres tú, y de esa muchacha perdida entre la niebla que te persigue, y cuando te hayas cansado de reír, ríete de la vida, de los más serios, de los más tontos, de los más engreídos, de los más encorsetados en sus propias ideas como lúgubres cárceles.
Traza garabatos, un interesante camino contra el estrés, que ayuda a relajarse, a no competir y encontrar un espacio en el que calmar y acallar la mente, como dicen expertos en el tema.
O deja que fluyan las lágrimas sin que te dé ninguna vergüenza, porque, como entonces, crees que es lo natural y no te haces preguntas, como tampoco se las hace el fluir del río entre montañas que va llorando a lágrima viva o riendo, conforme al momento anímico del que lo contempla.
O te pones a escuchar el silencio sonoro y elocuente de las cosas que te rodean y dialogas con ellas para sacarle todos sus mensajes.
El lenguaje y los gestos de los niños: una enciclopedia abierta.

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