Hacía miles de años que no leía nada de Alfonso Ussía, este individuo, al que no llamaré escritor, porque a esta palabra le tengo mucho respeto. Y al comenzar una columna suya en “La Razón” que hojeé por azar, como otras veces había hecho, cuando escribía en ABC, me encontré con esta frase: “Viajar por el solo hecho de moverse y cambiar de aires es de paletos. He viajado mucho y ahora me aburre”, y ya no seguí, ¿para qué? Cuando alguien se pone a una altura que no le pertenece ni se la ha ganado con elegancia y decencia no merece la más mínima atención. Esta gente es así, y no merece la pena perder el tiempo, pero ya que tropecé con esa infeliz y repelente idea me apetece desnudar y analizar esa forma de hablar, para defender a medio mundo al que no se le debe despreciar ni insultar de paleto, porque no viaja como este señor que va de chistoso por la vida, y de elegante debe de hacerlo o lo hacía, porque ahora, el pobre, se aburre. Me repelen y repugnan estos personajes que pontifican y dicen lo que hay que hacer y cómo comportarse. ¿Quién es Vd. para atacar porque alguien viaje y lo haga con las motivaciones que le parezca y como le dé la real gana? ¿Dónde dice que moverse, salir de casa, ir de acá para allá, cambiar de aires... sea de paletos? Uno sale, se mueve por esos mundo de Dios y descubre hasta sin quererlo, porque le salen al encuentro, gentes que merece la pena conocer, paisajes y monumentos nunca vistos, la belleza que han engendrado los pueblos y los individuos, la historia que late en cada piedra de cualquier camino, las ciudades, que con solo patearlas dan conocimiento y densidad a las vivencias y biografía de cada cual. Como comenta, mi amiga argentina, Lina Martha Klinkowicz, amiga de mil viajes, “no se viaja para escapar de la vida, se viaja para que la vida no se escape”.
Le recomendaría que leyera el magnífico prefacio -veinte apretadas páginas- de “El infinito viajar” de Claudio Magris, que él mismo escribe. Estamos ante un sabio, a todas luces, inmensamente culto y grande entre los más grandes como escritor. Ya nos sedujo para siempre con “El Danubio” y “Microcosmos”.
Ay, Alfonso Ussía, y todos los que escriben y hablan con esa falta elemental de respeto a todo cuanto se mueve en otra dirección a la suya, a todos cuantos piensan de otro modo libre y hecho a su gusto y manera de ir y venir por el mundo como le apetezca. ¡Qué pena y qué grima y qué asco!
¡Cómo se nota que se les ha pasado el arroz!, aunque me temo que siempre lo han tenido demasiado pasado. Esos aires ya no se llevan desde hace muchos-muchos años. No se lleva ponerse encima de nadie, aunque haya quien insista en ello, ¡pobres diablos!, nadie está por encima de nadie, y por ello es aberrante y detestable que algunos lo intenten, el insulto es peor que el rebuzno y la coz, algo que debe repugnar a espíritus que llevan dentro el espíritu de tantos y tantos hombres y mujeres excelsos que han enriquecido la historia, los derechos humanos, las normas básicas de toda democracia y los valores de la verdadera elegancia y elemental decencia. A ustedes les falta todo eso, aunque salgan día sí y día también a la palestra pública en los distintos medios de comunicación. Cambien de página, de aires, de estilo, hasta de forma de ser y comportarse, que todavía están a tiempo.
...Te invito a que hagas para tus adentros la lista particular de estos personajes. Puedes añadir a ese periodista y a ese escritor, tertulianos los dos, de la Emisora Episcopal, quienes en las Navidades recientes ensombrecieron la Noche de Reyes de la forma más repugnante posible: odio a los diferentes. Yo la tengo desde hace tiempo y por eso no suelo visitar ni sus espacios ni sus páginas, y lo hago por higiene mental, entre otras cosas.
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