viernes, 29 de diciembre de 2017

¿MAL TIEMPO O BUEN TIEMPO?


... entre la mirada y sabiduría de los viejos y grandes maestros siempre encuentro al primero de todos: mi padre, que me enseñó a distinguir el buen tiempo del mal tiempo.

Tocaba esa tarde escribir, en el taller de escritura, sobre otro elemento de la naturaleza: el agua, el río, la lluvia, a partir de una gota de agua, siguiendo al maestro y poeta José Emilio Pacheco: “La gota es un modelo de concisión / todo el universo / encerrado en un punto de agua” y poemas de Machado y Lorca. De entre las tres tareas, una consiste en comentar en quince o veinte líneas cómo ven la lluvia un hombre de campo y uno de la ciudad o un relato sobre uno de ellos en estos días de sequía extrema y pantanos resecos. Y como me gusta hacer los deberes que pongo al alumnado ahí va el mío:
Abría la ventana como todas las mañanas nada más levantarse, era su santo y seña, el hábito que se había pegado a las neuronas de su cerebro para siempre, su banderín de arranque para comenzar a derecho las tareas del día sin preguntarse si había que hacerlo o no, estaba en su ADN no preguntarse esas cosas extrañas que no venían a cuento, porque las cosas se hacen sin más cuando ya está todo aclarado de por vida: trabajar para llevar el pan a los suyos y todo lo necesario para una vida digna en una familia trabajadora y honesta. Y era verdad, llovía de forma copiosa y casi torrencial, como no se veía desde... iba a hacer ya un año, verdad que se unía a la verdad de los sueños de toda la noche en donde llovía de igual manera y hasta con furia, pero al despertarse se dio cuenta de que todo había sido un sueño, un mal sueño y engañoso, por eso cuando se asomó a la ventana se le ensanchó tanto el alma que apenas si cabía en el cuerpo, quién sabe si el subconsciente había trabajado toda la noche insistentemente o era que en el duermevela los ruidos de la tormenta y la lluvia daban los materiales del sueño, que se habían alargado hasta el amanecer, por lo que tuvo que desperezarse y abrir bien los ojos para cerciorarse de lo que estaba contemplando, aunque por si las moscas, puesto que la realidad y el engaño son tozudos, sacó las manos fuera de la ventana y dejó que la lluvia corriera por los dedos hasta llegar al alma mientras musitaba para sus adentros que esa lluvia era milagrosa para sus tierras y todas las tierras a muchos kilómetros a la redonda, el cielo estaba totalmente encapotado y negro, un aire dulce, húmedo y sosegado le penetraba en los pulmones y se recreaba viendo nacer con fuerza, ahí, a la vuelta de la esquina, los sembrados y la cosecha abundante.
- ¿Cómo puede llamar alguien a esto mal tiempo?, se preguntaba con cierta desazón, pues era incapaz de entenderlo. ¿Cómo puede llamarse malo a lo que él creía que era lo mejor de este mundo?
No, no lo entendía, quizá fuera por ser hombre de campo que no entendía de letras, y de cuentas, para ir tirando. Quizá.

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