miércoles, 15 de enero de 2025

EL FRÍO DE ENERO Y ALGUNAS NOCHES

 



• Cuanto más se acerca uno a la cumbre de todas las canas, digamos sin circunloquios, la vejez¸ que ya está aquí, más penetra el frío de este enero en los huesos del cuerpo y del alma, así que cuando me veas no te importe darme un abrazo largo, tendido... y fuerte, que yo lo agradeceré hasta el final de mis días.
• Llevo diez o doce días, cojo las maletas, es un decir, y me voy a la habitación de al lado, porque a mi santa le dan unos ataques de tos que retumban en el techo y le doblan el cuerpo y la doblegan, y desde allí me llegan nítidos, aunque apaciguados, a mi oídos doloridos, aunque mucho menos que a ella, seamos justos. Espero que dure poco, hay que volver a los abrazos del despertar prolongado.
• Esta noche a eso de las cuatro, me he despertado susurrando el tango famoso de Gardel “Caminito que el tiempo ha borrado”, con las lecciones consabidas desde Jorge Manrique con “Nuestras vidas son los ríos”, o de Machado “Al olmo viejo, hendido por el rayo”, o de Gerardo Diego, “Enhiesto surtidor de sombra y sueño” el Ciprés de Silos, o de Claudio Rodríguez “Ante una pared de adobe”, o de Jorge Luis Borges “Las cosas: Durarán más allá de nuestro olvido / no sabrán nunca que nos hemos ido”, lecciones que parten de las cosas para ir al fondo de uno mismo con sus recuerdos, emociones y sentimientos.
Y me puse a recordar parte del tango:
Caminito que entonces estabas
Bordeado de trébol y juncos en flor,
Una sombra ya pronto serás,
Una sombra lo mismo que yo.
Desde que se fue,
Triste vivo yo,
Caminito amigo,
Yo también me voy
Desde que se fue,
Nunca más volvió,
Seguiré sus pasos,
Caminito, adiós.
El camino amigo, testigo de tanto todo que se quedó en nada, desde el día que se fue su amor, para terminar diciendo conjuntamente adiós al amor y al camino que vio florecer todo aquello. Me llegaba la inmensa voz de dulce trueno, como un lamento, de María Lavalle.

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