sábado, 14 de septiembre de 2024

LOS EXTREMOS SE TOCAN

 



Hasta el cielo y la tierra se tocan en el horizonte, tan distantes, o pareciera que se tocan, como nos decía los primeros días de la escuela el maestro.
El viejo, es viejo de verdad, y no hay que andar con eufemismos tontos, se le acepta así, se le aprecia y se le quiere tal cual, que es lo que más importa, está ensimismado en la lectura, pero que sabe que aun desde su lejanía de años le está llegando cercana al niño, nieto tal vez, y del que está tan perdidamente enamorado. Porque ¿cómo no perderse en el mundo tan fantástico de ese extremo lejano-cercano que te lleva con facilidad a su territorio virgen y a la vez a tu lejana niñez que ahora reverdece frente al nieto, o al niño, en el caso de que no sea su nieto, pero qué más da.
El viejo ensimismado, como digo, leyendo alguna estupenda historia-cuento, y lo hace tan bien que tiene embelesado al niño, los brazos caídos, para usarlos en sus juegos en otro momento, no los necesita ahora, y la mirada clavada en el abuelo y en la historia que le está contando-leyendo. No se mueve ni una mosca, todo pendiente y pendiendo del hilo de las palabras que salen del libro que nacen de la voz tremenda del abuelo, algo cascada y emocionada como buen contador de historias.
¡Quién fuera viejo y quién, a la vez, ese niño! Por favor, no dejemos que muera el niño que llevamos dentro y aflora a poco que le demos entrada en nuestros afanes de mayores. Dos extremos que se tocan, que se están tocando haciendo que el momento se esté paralizando, eternizando, más bien, y ya es eterno en la imagen, que ha quedado milagrosamente congelada para siempre.
Y yo me quedo, contemplando la escena, ensimismado, también, como el viejo, embelesado, igualmente, como el niño, por la fuerza de la imagen (vale más que mil palabras) y por el valor de las palabras de una historia que agita mi mente y toca las fibras de mi corazón (que vale más que diez mil imágenes).
Nota no tan al margen: Estoy leyendo la antología que encomendara Ediciones Castilla a mi amiga Gloria Rivas y me salen en la carretera estos versos de Esperanza Ortega:
“Los jóvenes no temen el paso del tiempo...,
los niños y los viejos, sin embargo
poseen la frescura de la yerba que aún no ha crecido
y la dúctil prudencia de la que ha sido ya pisoteada.
Entre unos y otros ablandan el camino”.
Estos dos personajes de la viñeta que he elegido ablandan todos los senderos y caminos, todas las encrucijadas. ¡Lo que daría yo por saber la historia que le está leyendo!
https://youtu.be/aenqPgVz-aY?si=ZXcySmSotOHtPDLV Monti Czardas | Camille & Julie | Classic FM

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