Ella tiene Alzheimer y sigue a su marido, y ella siempre fiel, porque ¿a dónde iría sin brújula alguna en el cerebro?, y aunque no le conozca y le confunda con cualquiera, él sigue llevándola de la mano a donde quiera que vayan y cuando le preguntan lo de siempre, ¿por qué haces esto si ella no te conoce? Y él responde con la respuesta que ya sabemos de memoria: “Ella no me conoce, pero yo sí la conozco a ella”.
Es la respuesta de la solidaridad y la entrega al otro, totales, parten de mí, de nosotros: la fuente de la energía que llevamos dentro; la luz que nos ilumina el sendero y a los que vienen detrás, sean quienes sean, lo diré una vez más, porque todos son de los nuestros; la calidez humana que va dentro de la buena gente y se los conoce por fuera, en el gesto, siempre amable y educado, más abierto a dar la gracias, en todo momento, y perdón cuando es preciso, que a la bronca, extemporánea y hasta cruel, sin más, y por dentro, en el fuego que lleva ardiendo sin consumirse ni desfallecer.
Él no tiene donde caerse muerto, va encorvado, con la ropa que llevaba hace mil años y no da un duro por él, bien lo sabe, pero lo mínimo que puede lo va dando todo y eso poco vale y pesa más que todo el oro del mundo. Y el mundo es mejor.
Ella ha perdido el bronce por ayudar a su guía a un paso de la meta. Es Elena Congost atleta paralímpica, y genía el bronce asegurado, pero soltó unos segundos la cuerda para evitar que Mia Carl, su guía, cayese al suelo..., y la descalificaron. Pero esa imagen, ese gesto, ese acto de pura bondad ya son historia en las historia de los juegos y en la historia de un mundo ejemplar y menos ruin.
Gestos, acciones, respuestas..., que nos reconcilian con lo mejor del ser humano y nos arrastran a lo bueno y lo mejor.
Nota no tan al margen: Ella y ellos. La lección, ¿solo instintiva?, de ellos.
https://youtu.be/iP_rOTbYm9c?si=9N3geGaBCb22zkGH Ornella Vanoni - L'appuntamento
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