miércoles, 25 de septiembre de 2024

EL SER HUMANO, ESE POZO SIN FONDO

 




“El ser humano vive, obra y crea. Esto significa poder ser obrero del mundo (capaz de crear más mundo en el mundo), obrero de vida (capaz de intensificar la vida), obrero de fraternidad (capaz de crear vínculos con el tú) y obrero de sentido (capaz de encontrar sentido, crearlo y esperarlo” La escuela del alma”, de J. Mª Esquirol.
Ya escribí en su día, no hace tanto, una reseña de “La escuela del alma”, y como es una fuente de inspiración en cada página, es lo que tiene este escritor-pensador, uno vuelve él como el sediento acude a la fuente a saciar su sed.
Ser humano, hombre o mujer, significa poder ser, llegar a ser, serlo de hecho, obrero del mundo desde el inicio de los tiempos, cazando para sobrevivir y decorando el techo de las cuevas con pinturas excepcionales, por el simple placer de pintar entre otros muchos motivos, hasta la construcción de los molinos de viento para generar energía eléctrica, recoger la basura, ocupar las plazas de música y baile, cuidar el huerto, recoger las cosechas, repartir el correo por las aldeas más lejanas, ordenar el tráfico en las grandes ciudades, más miles de operaciones más, trabajos y tareas que están en la mente de todos.
Ser humano significa ser obrero de la vida intensificándola, que va en eso que queremos decir cuando hablamos del carpe diem, no dejarla pasar, lo que encierra el cálido “cuídate”, no dejar pasar los días sin darles el merecido peso, sabor, disfrute, porque simplemente se va y nos lleva y nos deja desnudos como hijos de la mar y al cabo de la calle, si no nos apoderamos de cada momento que puede tener su esplendor tanto de niño de pocos años como de anciano de multitud. Ay, lo que puede dar de sí una mañana radiante, una tarde espléndida o una buena noche feliz cuando se viven en plenitud. “Vivir el tiempo como una fiesta como un trasunto de la eternidad”, como escribe el pensador surcoreano Byung-Chul, partidario del “tiempo sublime”, un tiempo pleno a diferencia del tiempo laboral que se mueve entre el aburrimiento y la laboriosidad. Y como sostiene el profesor Karl Kerényi “el nivel de la fiesta todo es como en el primer día, resplandeciente, nuevo, como recién creado, la esencia de la fiesta”.
Ser humano significa ser obrero de fraternidad. Somos más, y más felices, en la medida en que nos aupamos y subimos con los otros a la par. Menos rivales y competitivos y más colegas bien avenidos, mucho más partidarios del abrazo que del empujón, el insulto y el codazo y felices de que el nosotros no se despegue de nuestras bocas. Y al final de la jornada mucho más satisfechos si reconocemos, y lo celebramos, que entre todos lo hicimos. ¿Los éxitos de cualquier empresa humana nada le deben al último de la fila, al barrendero, al cuidador, al cocinero?
Ser humano significa ser obrero del sentido de la vida, porque nos va la vida encontrarle sentido, crearlo y esperarlo, y para encontrarlo hay que trabajarlo, que poco o nada nos viene del cielo, crearlo, poniendo el alma y los sentidos y el mayor de los empeños con esperanza de encontrarlo un día. El amor, la amistad, la solidaridad, la libertad, la compasión, el respeto, el mejor reparto de la riqueza, el trabajo bien hecho, el descubrimiento de la grandeza de las cosas pequeñas, el estar a gusto consigo mismo... no son ajenos al verdadero sentido del vivir.
Cuadros de Matisse y Kunstmann
https://youtu.be/nfyl6KJH-Ow?si=kSYmT-JqgzYGwsFu Schubert – Fantasia en Fa menor D. 940 (Fantasy in F minor D. 940)

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