miércoles, 14 de agosto de 2024

LA AUSENCIA DE TERNURA ES EL INFIERNO

 




Termina Leila Guerriero una de sus columnas con la frase con la que yo quiero comenzar precisamente mi artículo de hoy: “La ausencia de ternura es el infierno”. Y precisamente en los últimos tiempos pregunto a mis hijas cómo van sus amigos y sus novios o parejas de ternura, ¿son delicados?, porque si no, vamos de cráneo, ¿son buena gente?, porque de lo contrario, todo me sobra, y si lo son, lo demás viene por añadidura. La ternura, una palabra que aunque a algunos les parezca blandengue, casi ñoña, en exceso tierna..., va al corazón del alma de las cosas y las atempera, cuando se agrietan, se aíran, se descomponen, se violentan.
Falta absoluta de ternura encuentro en los grandes mequetrefes de la historia actual que nos ha tocado en mala suerte: Putin, Netanyahu, Milei, y en los que tú estás pensando de nuestro territorio patrio, que vociferan sin ton ni son y dicen salvajadas a troche y moche, porque no dan la talla en valores humanos, en lucidez mental, en sensibilidad a flor de piel, en educación y elementales modales, y no digamos: en ternura. No saben ni de qué va todo esto, lástima. Están en otra onda, en otro mundo, en el suyo, en su infierno particular que da pavor y miedo. “Pero los votan millones”, me dices, pues me da igual, bueno no, más pavor y miedo. Ya pasó con Hitler.
Ello hace más daño que todos los infiernos juntos, porque ya sabemos que estos no existen más que en el más acá, no en el más allá, en el que han dejado de creer hasta los Papas. Más daño que el fuego eterno, que era pura ficción, más daño que estar toda la vida con el impresentable y maligno Satanás, más terror que todo el terror que van dejando tras su paso por la tierra que pisan.
Porque ternura es el perro panza arriba para que acaricies su barriga y cuerpo entero, en total abandono y confianza en su dueño, la sonrisa impagable de un niño que te mira sonriente, la mirada profunda de un viejo muy viejo que te pregunta por tu vida, la novia que se deja besar en profundidad y pausadamente el día de su boda, la madre haciendo la comida, la merienda y llenando un buen tupper para que te lo lleves a tu casa, después de haber comido en la suya; ternura es, en el fondo, cuando hay fondo, un beso, un abrazo, una caricia, una cálida mirada, una sonrisa abierta, una compañía pausada a quien necesita de una compañía pausada..., es cuando dejas que aflore lo mejor de ti. Y ternura es la de esos dos ancianos que están celebrando su 90 aniversario de bodas. Ella tiene 108 años y él 112. Como la imagen del perro y el niño y la de la niña y la vieja.
Me quedo con la frase que ha dicho la magnífica cantante canaria, Valeria Castro, que he descubierto recientemente: “No estamos acostumbrados a habitar en la ternura”. Y con el verso de Gabriela Mistral: “La ternura sostiene el mundo”. Pues eso: que hay acostumbrarse a vivir en la ternura y sostener el mundo.
Y ya sabes que alguien dijo la primera vez, después se ha copiado mucho, que la solidaridad es la ternura de los pueblos y la clavó. Nada menos, poniendo la ternura a la altura más alta.

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