jueves, 13 de mayo de 2021

CELEBRAR, ¿EL QUÉ?

 


Celebrar es uno de los verbos más luminosos y potentes, a la par que alegres y gozosos, porque al pronunciarlo se te llena la boca de jugos gástricos y los ojos te hacen chiribitas. Celebrar la vida por encima de la muerte, lo bueno que vendrá sobre lo malo conocido, tu cumpleaños y el mío, el esfuerzo de tus hijos, mucho más que la suerte que también deseas que les acompañe, pero sobre todo su coraje, su generosidad y los valores que afloran en su alargada juventud, porque los valores, puede que algunos desfallezcan, pero otros nacen con mucha pujanza. La lista se haría interminable, porque hay tanto que celebrar, hermoso y bueno..., aunque hoy voy a poner más sobre la mesa el contenido de una viñeta que corre por las Redes, un poco dura que, a pesar de lo cual, dice verdades como puños y bien merece alargar su discurso central. Dice así: “Termina el estado de alarma y comienza la época de los gilipollas que salen a celebrar... ¿Celebrar ¿el qué? ¿Los miles de muertos? ¿La crisis que estamos viviendo? ¿El trabajo intenso durante más de un año de los sanitarios? ¿La pérdida y el cierre de negocios? (hay un espacio, en blanco, se supone que para que sigamos, y termina) Panda de inútiles...”. Yo eliminaría los insultos, pero no me digas que no tiene miga. Y más si sacas a flote tu empatía por muy minúscula que sea y te pones en la piel de todos los sanitarios que se están dejando la vida (más de un año y a sus espaldas, sin olvidar a los de los servicios esenciales) y a algunos ya les ha pasado literalmente, o en el rostro de muchas personas mayores que murieron también en las residencias, quizá alguno era abuelo tuyo, o tu padre, o el abuelo de tu mejor amigo, y piensas en ellos, ya en la cama, después de celebrar el botellón tras la salida del estado de alarma, no de la pandemia, que sigue y piensa seguir estando entre nosotros, quién sabe cuánto, y ya no se te ocurre ni pensar ni decir lo que aquel bestia de personaje que cuando se estaba muriendo su padre, fue capaz de eructar: “qué bien nos lo estamos pasando”, que se parece un tanto o un mucho a los gritos de euforia del botellón o de la victoria de tu club de fútbol o del triunfo de haber ganado unas elecciones o... y todo ello en plena pandemia, sin mascarilla y codo con codo “porque hacemos lo que nos da la gana” con nuestra libertad..., me sigue doliendo la frase, ay, tan distinta de aquella otra: “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo”.
Celebrar, naturalmente, esta mañana radiante de mayo, clara, después de una lluvia que ha refrescado el ambiente y ha lavado con agua fina las plantas, celebrar el rojo de las amapolas, celebrar que han cesado los dolorcillos de los achaques que hacen asiento hasta en tu alma, y celebrar la risa de fresa y nata de los niños y las carcajadas alborotadoras de los adolescentes que se mueren de risa con solo darse un leve empujón y los ojos llenos de luz entre montones de arrugas de muchos ancianos y el brindis con un buen ribera ante unas chuletillas de lechazo que quitan todos los hipos.
Pero no, por favor, no, un poco de sentido común, búscate la vida, invéntate lo no inventado todavía, pero no celebres a lo bestia lo que aún no debe ser celebrado, poniendo en peligro de muerte o vida con secuelas que dejan esta sin la calidad que merece ser vivida y aclamada. Espera un poco más, ya llegará el momento, miles de momentos de salir y celebrar, beber y hacerlo en la mejor de las compañías, cantar y brincar y dar vueltas al aire de la fiesta. Porque siempre existe el derecho y hay hasta una obligación de celebrar la vida y todo cuanto esta lleva consigo, lo que nunca es poco. Vivaldi –
Concerto in E minor for Bassoon (fagot) RV 484, Uniwersytet Muzyczny Fryderyka Chopina.

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