Que el año 2020 ha sido un año malo-malo y aciago, nadie lo pone en duda y en la despedida todos nos hemos lanzado a él sin compasión y sin mordernos la lengua, además de solidarizarnos con los que lo han pasado mal con sus secuelas, dicho lo cual, me parece por justicia e inteligencia recordar lo bueno que en el hubo, que fue mucho y diverso. Recordarlo es sano y hace bien. Si me acompañáis podemos seguir repasando un buen listado de cosas de verdadera excepción para agradecer y celebrar, porque bajo los adoquines también hay playa.
Lo primero que me viene a la memoria es: junto a los meses terribles primeros de la pandemia, la liberación de la naturaleza en una primavera que supuso un respiro para el paisaje, el aire, mucho menos contaminado, las aguas, las vías públicas y los animales.
La legalización de la eutanasia, para quienes valoramos la vida digna, ha significado un avance en cuanto a los derechos humanos se refiere, de tejas abajo, que es donde nos hallamos, en donde el hombre y la mujer pueden, podemos, hacer uso del derecho a decidir el final, no a tontas y a locas, sino cuando la vida, ya puede decirse con todas las de ley que no es vida, ni digna de ser vivida, y regulada con todas las de la ley. Con todo los respetos a quienes no piensan así y que nos gustaría que nos respetaran igualmente a los partidarios de ella, y que no nos llamen suicidas, como tampoco nos gusta que llamen asesinas a las mujeres partidarias del aborto y que abortan.
El aplauso extendido por todos los balcones y ventanas del país nos reconcilió con lo mejor y los mejores servidores de los bienes básicos, tales como la salud, el pan, la sal y la leche..., la cultura de los medios de comunicación y la limpieza, sin olvidar los saludos a quienes conocías como vecinos y a los vecinos que nunca habías dicho ni hola. ¡Qué diferencia aquellos aplausos de las patéticas caceroladas pidiendo libertad, el colmo de los colmos!
El principio del fin de la pandemia gracias a la ciencia, una vez más, con unas vacunas gratuitas y al alcance, por lo tanto de todos, ¿no es digno del más grande de los aplausos y celebraciones? Con lo que la salida del túnel tenebroso y trágico se divisa ya en lontananza. Aunque esté lejos todavía.
La derrota de Donald Trump, por tierra, mar y aire, a pesar de los últimos estertores de la bestia asaltando el día de Reyes el Capitolio. Porque con él se va lo peor, difícil de imaginar tanto horror, de alguien que nunca debió ocupar un puesto destinado a los mejores, pero nunca a un personaje así.
Los ERTES, en cuanto medida de flexibilización laboral que habilita a la empresa para reducir o suspender los contratos de trabajo, así como la posibilidad de mantener los puestos de trabajo de los empleados que se han visto afectados. Otro respiro tan necesario.
El milagro de la pura belleza de la nieve cede paso al desastre de las gestiones de unos y otros, a un vídeo doloroso de vacas deslizándose y cayendo, muchas veces, impotentes, por una carretera de nieve helada, pero nos devuelve otra imagen no menos bella, que es la que me queda, de unos padres haciendo caminos y senderos para que sus hijos puedan ir cuanto antes a clase.
Y puestos, anoto los libros que he leído. Destaco estos: El infinito en un junco. A corazón abierto. Lluvia fina. Las uvas de la ira. Tus pasos en la escalera. El museo de la inocencia. El viejo y el mar. Tierra de mujeres. Capital de la gloria. Correspondencia de Tolstoi. Memorias de África. Últimas tardes con Teresa. Sapiens - De animales a dioses. La madre de Frankenstein. Cartas a una desconocida. El gatopardo. Las palabras de la vida. El colibrí. Como polvo en el viento. Antología poética de Francisco Brines..., y algunos más, 11 meses dan mucho de sí. Por no hablar de la música callada y escuchada y alguna película en la tele, más los escritos del Taller de escritura creativa, que cada año suponen una sorpresa mayor de buen hacer y mejor escribir. Y más, y más, y más. Y vivimos..., ¿queremos más?
https://youtu.be/iSgxisqoMxs Burden Saxophone
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