lunes, 23 de noviembre de 2020

PRIMERO, SALVAR VIDAS EN NAVIDAD

 

Lo primero, lo segundo y lo tercero, nos pongamos como nos pongamos, no es salvar la Navidad, sino salvar vidas en Navidad, en Carnavales y en todo tiempo y lugar, que es algo profundamente distinto. Porque salvándola, sin más, no salvamos vidas, duros quebrantos y hasta la misma economía que, para algunos, pareciera que es el motor de todo cuanto se mueve a salvar indefectiblemente y a costa de todo. Lo que nos lleva forzosamente a perder la brújula, los estribos del caballo y caminar de tumbo en tumbo y muerte, comenzando por las más débiles, que habíamos quedado que había que defender por encima de todo y todas las variantes posibles. En una sociedad sana, sensible y justa es así sin vuelta de hoja, por todo lo cual me siento incómodo, muchos se sienten incómodos, ante los que defienden el baile y la jarana, la cena del langostino, el lechazo y el champán a discreción en amplísima camaradería y aglomeraciones familiares sin distancias, mascarillas y la voz en grito cantando Campana cobre campana por encima de todas las cosas.
Hasta yo que me he cansado de ponderar y clamar a favor del carpe diem, carpe noctem, carpe viam, me he calmado, y me he dicho: hasta aquí hemos llegado y he dado el viraje que estoy intentando explicar. No es el momento, ya habrá mil y un momentos, que la vida es larga, siendo corta, cuando hayamos vencido al coronavirus maldito entre los malditos y quede solo en un mal recuerdo.
Comenzamos por las luces en las ciudades como si hubiéramos perdido la razón y la cabeza toda en crisis galopante de pandemia y de economía. ¡Qué disparate, Sr. Alcalde de Vigo, qué disparate, y mayor, si tiene, que parece que sí, imitadores competitivos! ¿En qué quedamos? ¿Tirar la casa por la ventana, a lo bestia y sin sentido, cuando se muere de frío y hambre tanta gente de aquí, casi, y de allá, a millones, no nos parece puro escándalo, distracción, demencia y banalidad?
No hemos aprendido la lección del verano, en el que una buena parte de la población se relajó, y de nuevo el virus de nuestras desdichas, al comienzo de los primeros fríos, nos puso sobre la pared y la curva de la muerte y los contagios volvió a subir de forma alarmante camino de los picos más altos y angustiosos.
No hemos aprendido nada, o más bien poco, si se trata de saber entender la vida y practicarla en el silencio, la austeridad y el recogimiento, cuando vienen mal dadas, más que en el ruido, el jolgorio y el botellón hasta la luz del amanecer, como de permanecer en casa lo necesario y prudente, en el interior de cada cual con las antiguas aficiones o renovadas: ver una película, hacer crucigramas, pelar la pava o rascarse la pelota ensimismado en la misma nada. Porque de aprender a toda costa y renunciar a lo que haga falta se trata, si queremos salvar la Navidad o la vida, la salud del vecino, de tus padres y abuelos y la tuya propia junto a la mía. Así lo veo yo, así lo vemos muchos, creo y quiero creer.
“El salvamento de la Navidad, escribía este pasado sábado, Javier Sampedro, con el que sueñan los místicos no va a ocurrir. Sería un error garrafal, porque los movimientos y contactos de amigos, colegas, cuñados y clientes nos llevarían a una tercera ola poco después de Reyes”. Un aviso del experto.
Lo dicho: ¿Salvar la Navidad o salvar vidas en Navidad? Escojamos y no le demos más vueltas a la azotea.
https://youtu.be/elYSQkTWfTwPiazzolla(Пьяццолла) - Libertango Ahora, ahí va esta preciosa versión. Siempre Piazzolla.

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