jueves, 26 de noviembre de 2020

MIRAR Y HABLAR PARA VER Y DECIR

Tanto “ver” como “decir” siempre están en el candelero, porque son dos actividades humanas trascendentales, pero, ay, muchas veces miramos y no vemos, hablamos y no decimos nada y, otras, le damos demasiada importancia a la imagen ninguneando a la palabra o mitificando la palabra sin hacer ningún caso al silencio que en tantas ocasiones es superior a la palabra.

“Mirar sin ver tendría su correspondencia con el hablar sin decir”, ha escrito el escritor y catedrático, Rafael Argullol.
En este mundo nuestro, que es lo que ahora más nos importa, urge mirar y contemplar para ver, ¡qué poco valen los selfies para este cometido! y llegar al fondo de lo que estamos viendo en este presente continuo que nos pertenece, y por encima de todo para eternizar el momento, disfrutar de él, ese instante que no volverá jamás, pero que importa que se quede bien dentro para que haga buen nido y no muera, porque todo fenece y no debería acaso morir nunca jamás.
Mirar, como lo hizo el poeta José Hierro, a una estatua mutilada, y se inventó una bellísima historia. En su día lo comenté.
Mirar como hacían los pensadores griegos, que era una forma de saber, mirar para ver el fondo de las cosas.
De similar forma importa hablar, pero a condición de decir algo y no simplemente convertir el lenguaje en furia, ruido, ceniza o descalificación por el simple hecho de no ser de los nuestros. Yo pediría un respeto al micrófono, porque hay quien cree que es un chupa-chups y queda pegado a él, sin saberlo usar; quien cuando habla no demuestra el mínimo respeto al público, algunos ni le miran, otros se suben arriba y se olvidan de quién tienen delante y quienes hablan y hablan y hablan y no saben terminar, sin ir al grano a lo largo de todo el discurso, que ya es desgracia para los sufridos oyentes. Debería llevarse siempre un guión a modo de chuleta en un papel o bien fijado en la memoria, para decir lo que se debe decir y, una vez dicho, callarse. Y dejar que hable el silencio para que el auditorio pueda pensar por su propia cuenta y riesgo y poner los puntos y comas pertinentes. Nos lo han dicho, de una o de otra forma, mil veces. Pues eso: hablar, sí, naturalmente, pero para decir algo, ni siquiera para ser la voz de su amo, sino la nuestra, aunque esté adornada con la voz de los más y los mejores, pero que se note que la hemos digerido y debatido.
Pues eso, la cuestión está en que hay que educar los sentidos.
Nota no tan al margen: Es el mirar y hablar de Francisco Brines que tanto ve y dice:
“No es lo que veo, entonces, trastorno de la muerte
sino el soñar del árbol, que desnuda,
su frente de hojarasca,
y entra así cristalino en la honda noche
que ha de darle más vida”.
https://youtu.be/2bFo65szAP0 Frédéric Chopin: Piano Concerto No. 1 e-minor (Olga Scheps live) ¡Cuánta belleza! No te pierdas la dirección ni los dedos y manos de la pianista.

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