jueves, 12 de noviembre de 2020

MIEDO EN AUMENTO

 



Es lo que tiene cuando las fuerzas flaquean, el futuro se estrecha y los años ya no son lo que eran con generosas cosechas y se siente hasta en el alma que van mermando.
Recibí ayer las tareas del taller de escritura de una alumna que anda por la década de los setenta, con un montón de hijas y nietos, pero sola en su casa, llena de flores la terraza que da a la calle, y con miedo hasta para escribir algo sobre cómo vivimos el coronavirus en los primeros meses de la pandemia, esa era la tarea. Y como esto sigue con la misma fuerza y virulencia inusitada, a ella, como a otra mucha gente, ya no se le ocurre pensar que esto se pasará antes que tarde, y menos la población de mayor riesgo, aun cuando el riesgo se haya extendido peligrosamente a edades mucho más jóvenes.
Miedo, y tristeza, y temblor de pasar los últimos años con un espada de Damocles sobre su frágil esperanza.
Hace días leía en letra grande un titular: “SI NO NOS MATA EL VIRUS, LO HARÁ LA TRISTEZA”. Son palabras de Ana Velasco, 70 años, a quien el mundo se le ha vuelto cuesta arriba, se decía en el reportaje de EL PAÍS, que tiene ganas de largar y trasmitir su miedo, su angustia y su tristeza a través de sus palabras, su mirada en la lejanía y una sonrisa fresca poco antes, se intuye, ahora desesperanzada. “A las personas mayores el confinamiento obligatorio nos dejó traumatizadas. Nos están amargando el final de nuestra vida. Es así como me siento, amargada”, y me lleva a pensar en mi alumna aventajada y muy motivada para seguir, pero con menos ganas de tirar hacia adelante, como siempre ha hecho. Y la entiendo al explicarme las limitaciones para continuar el curso por Internet, cuando leo a su colega de Madrid, cómo se explica: “Todo está hecho para los jóvenes. Ellos están acostumbrados a lo virtual, pero nosotros necesitamos tocar, palpar, ver al profesor, a los nietos, al médico... y ya ni los médicos te atienden, también ellos están confinados, como protegiéndose, con miedo...”, perfecto retrato de mi alumna, con quien me he comprometido a pasarle sus escritos a mano, que me deja en el buzón de casa, qué menos, porque por nada del mundo quiere descolgarse del taller, “si esto puede ser”, tímidamente, me ha dicho. Y claro que puede ser. Otra alumna, igual de aventajada, se lo está haciendo a otras dos compañeras y amigas. Sí, qué menos, con tal de aliviar la tristeza, los miedos y la impotencia ante los artilugios de los informática.
Lo que no es nada comparado con los ancianos de las Residencias que deambulan como almas en pena, de la habitación al salón, de este al comedor y tiro porque me toca, cosidos a las sillas, sin actividad alguna, solo habitando en sus recuerdos, que de día en día languidecen y se van apagando, desorientados, extinguiéndose lentamente sin más horizonte que el estrecho pasillo, igualmente que el del vecino de al lado, viendo allá en la lejanía una pantalla de televisión en la que se mueven figuras de cera.
La pandemia está tocando fondo en el fondo de los humanos. Y por eso no se entiende la irresponsabilidad del botellón, de las fiestas, reuniones y algaradas, las comidas para celebrar nadie sabe para qué, ni por qué, de un periódico virtual y menos la asistencia de los políticos de primera fila, o ese querer salvar la Navidad a toda costa, caiga quien caiga, con tal de salvar la venta del percebe, el champán y la sinrazón. Porque vistas así las cosas, ¿no seremos responsables del miedo, la tristeza de las personas mayores, su temblor y su desesperanza? No, mozalbete de 22 primaveras y guapa moza de 18 abriles, hoy no me vengáis con el carpe diem, dejadlo para otras ocasiones más risueñas y pensad, si os queda sentido común, en vuestros padres, vuestros abuelos y en todos los sanitarios que se están dejando, ellos sí, la piel, y algunos hasta la vida. Pues eso.
Posdata: Esta semana nos han dado una gran noticia, se divisa la luz a la salida de este terrible y largo túnel: La farmacéutica Pfizer asegura que su vacuna contra la COVID-19 tiene una eficacia de más del 90%. Un gran alivio, y vendrán más.
https://youtu.be/xdaUfwRMwQQ Homeward Bound - Taryn Harbridge

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