lunes, 3 de agosto de 2020

LA DICTADURA DE LA FELICIDAD


Se comienza a hablar de la “dictadura de la felicidad” en los últimos tiempos y me parece a mí buena ocasión para dedicarle algunas reflexiones que nos ayuden a rebajar los humos a actitudes y posiciones un tanto tóxicas, demasiado angelicales y buenistas, de buen rollo y fácil aparejo. Porque la vida es compleja y no está ocupada al completo por los pensamientos y actos positivos y optimistas, por el éxito y la alegría, la eterna juerga del sábado noche y la felicidad sin fin, de tal forma que si no tienes éxito en todo cuanto haces, ni todos los días son “espectacularessssss” sin tristeza ni mal alguno, ni lágrimas a derramar, ni melancolías que terminan en aburrimiento con moco largo y tendido, ni malos rollos, muchas veces venidos de todas partes, como abandonos de los que más te han querido y defraudado, y hasta olvidos de quienes se partieron la vida por ti en ocasiones, pareciera que nada tiene sentido, la vida no mereciera la pena, y no es eso, porque así como deben gestionarse el éxito y los grandes momentos de felicidad, si no vamos de cráneo, es de capital importancia para nuestro equilibrio emocional saber qué hacer con la ira y la tristeza, el malestar y el aburrimiento y cuantas emociones negativas nos sorprenden y nos rodean al cabo del día y los años. En su día, muchos aprendimos de memoria, o casi, el poema de Rudyard Kipling, “SÍ”, que centraba bien algunas cuestiones a las que me vengo refiriendo, y recuerdo que se quedó grabado para siempre lo relacionado con el triunfo y el fracaso a los que llamaba, a ambos, sí, impostores: “Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso, / y tratar a esos dos impostores de la misma manera”, y un largo etcétera, para terminar: “Serás Hombre, hijo mío”. Y con Epicuro, que vuelve de nuevo y con fuerza, buscar la felicidad, sin olvidar aprender a vivir mejor, pero con menos.
La vida no es una eterna luna de miel, y tan poco eterna, que para muchos dura unas horas o unos días, nada más. Y la felicidad, todos lo sabemos de memoria, dura lo que dura, a veces poco, y más que una situación permanente está hecha, en el mejor de los casos, de momentos fugaces, de los que debemos felicitarnos y estar preparados siempre y dispuestos a que no se nos escapen, porque a veces escasean, esta es la realidad. Otro día hablaré del carpe diem, carpe noctem y carpe viam, porque es clave en nuestras vidas intentar vivir apasionadamente cada instante y disfrutar de ellos, pero no debemos ocultar que, al lado, hay momentos mil abiertos al llanto, la tristeza, la amargura, la desidia, la desesperanza, la desesperación, la oscuridad con sus negros nubarrones, la ira, el miedo y la ansiedad. Y más y más.
Saber convivir con toda esta carga, a veces demasiado negra y pesada, y saber gestionarla es de tal importancia que nos va la vida saludable y satisfactoria en ello. Vivir el momento, tanto si es de día o de noche, a tope, sí, y tratar de vivirlo y disfrutarlo cuando viene a derecho, pero saber encauzarlo cuando viene torcido y endemoniado también. Porque ¿cómo estar de buen rollo cuando te viene todo mal y tienes un cáncer como un caballo, por mucho que te digan: anímate, hombre, y endilgarte el manoseado rollo de la resiliencia y el empoderamiento? Así que ojo con la dictadura de la felicidad, como con la dictadura de todo lo contrario, naturalmente.
... https://youtu.be/Nmte1p9FbHs Ana Alcaide: LUNA SEFARDITA en concierto

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