Leí la entrevista completa que se le hacía, en un suplemento de El PAÍS, la semana pasada, y me quedé prendido de la última frase: “No estoy preparada para morir todavía”, Jane Godall, y me dije, no se puede pasar de puntillas, sería un delito de lectura alocada y penosamente estéril.
Nadie está preparado para morir y menos el que tiene mucha vida activa y comprometida por delante. Para vivir, ya es otra cosa, las tenemos todas con nosotros, de entrada, dejarse llevar. En esta aldea perdida y minúscula en un universo infinito, o casi, algo arde por las cuatro costados, y quien tiene alma de apagafuegos y es ardiente defensora de los seres vivos, incluidos los chimpancés, tiene menos prisa que nadie en largarse de este mundo, quiero decir, de esta aldea perdida y diminuta, si no ve atisbos de que se enderece su rumbo. Eso le pasa a la famosa dama del activismo ambiental, que desde los 26 años hasta los 86 que tiene ahora ha viajado 300 días al año, el no parar, y solo ahora con el peso de las canas y algunas arrugas descansa un poco más en su localidad del sur de Inglaterra. Se fue a los 26 años a África y se ha pasado media vida, si no toda, estudiando a los chimpancés y poniéndoles nombre propios. Es conocida la anécdota que ella misma cuenta: Estudiando en Cambridge, muchos profesores le decían que todo lo había hecho mal, porque en lugar de dar el número de los chimpancés había dado sus nombres. Era una científica, lo que le exigía no hablar de la personalidad, mente y emoción, exclusivos de los humanos. Tanto ella como todos los que hemos tenido o tienen perros sabemos que quienes están equivocados son los ilustres sabios, o no tanto, de la Universidad de Cambridge. De estudiosa e investigadora se pasó rápidamente a activista cuando vio que los bosques, hábitat natural de los primates, estaban despareciendo y tenían a los chimpancés en jaulas de hierro de 1,5 metros. En 1991 creó un programa para la juventud “Raíces y Brotes” presente hoy en 86 países. No tiene muchas esperanzas, dada la mentalidad de algunos, incluidos algunos políticos, sobre el cambio climático, lo que no le es óbice para presentar recientemente un documental “La gran esperanza” y preparar un libro con el título “El libro de la esperanza”. Y dice sin ambages: “Yo no voy a dejar que los tipos como Donald Trump y los Bolsonaros me golpeen y me hagan callar. No, me levantaré de nuevo. Moriré luchando, es lo único que pudo hacer”. Una persona así no está preparada para morir. No tiene tiempo, porque lo que le apasiona y tira de ella con fuerza es la vida y a ella se debe. Se me antoja un apasionante proyecto de vida, tener entre manos al menos algunas cosas que no nos dé tiempo en pensar en la muerte y si llega que nos encuentre ocupados, que sería, por otra parte, la mejor preparación, en el caso de que haya que prepararse, que me parece, con todos los respetos a quienes no piensen así, que no es necesario. Nuestro compromiso es con la vida.
Jane Godall, qué ejemplo más maravilloso de estar continuamente preparados para la vida más que para la muerte.
Nota no tan al margen: Mientras escribía estas cosas intentaba al tiempo escuchar un concierto de piano y otro de oboe y violín de Bach y estaba tan concentrado en la escritura que no me enteré de la música. No se pueden hace bien dos cosas a la vez. Así que dejo la escritura y me paso a la sola música, y no digamos si se trata de Bach, con quien todos los sentidos, absolutamente concentrados, son pocos.
https://youtu.be/osg_WmeLxQk J.S.Bach Piano Concerto in D Minor BWV 1052 Polina Osetinskaya.
https://youtu.be/PrIQbadXX74 J. S. Bach – Concerto for oboe & violin BWV 1060 Alicja Matuszczyk – oboe, Julia Iskrzycka – violin
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