Es un pequeño país europeo, pero no por ello exento de dar lecciones a todos los países, que es lo mínimo obligatorio para todo el mundo: ser ejemplo de algo. Pues bien. Desde 2013 las parejas en Dinamarca podían divorciarse hasta por Internet. En un pispás, Hasta que se dieron cuenta de que aquello no funcionaba y desde el 1 de abril del pasado año es obligatorio, si las parejas quieren separarse, superar un curso online, que les ayude a rebajar una tensión acumulada tras un periodo de voces, disputas y hastío. La medida es obligatoria para matrimonios con hijos menores y la norma ha sido dictada por un Gobierno de coalición, que ello no tiene por qué ser el apocalipsis, ni el cúmulo de todo mal sin bien alguno, como por estas tierras más al sur alguno piensa. Miles de ciudadanos ya han hecho el curso que ayuda a superar el estrés, la mala leche, la ansiedad, normas básicas para interactuar con los hijos... , y dar tranquilidad y serenidad a todos sus miembros. El objetivo es múltiple: aprender a manejar las emociones más profundas: tristeza, rabia, ira, soledad..., liberar a los niños de un sufrimiento profundo e innecesario, fomentar un clima de bienestar social en la ciudadanía y que las arcas públicas ahorren dinero en potenciales tratamientos médicos. Y es curioso asistir a las casi inexistentes críticas de este posible intervencionismo hasta en asuntos de cama, que por estos pagos algunos estaríamos escandalizados e irritados. Por menos, un político, español para más señas, se irritó porque la Policía de Tráfico intentara contabilizar las copas que había bebido.
Y como me gusta siempre llevar el agua a mi molino me hago elementales preguntas comenzando por mí mismo y por mi país, ya que he puesto el ejemplo a gran escala de otro país de nuestro entorno.
¿No tendríamos que recibir muchos cursos de este estilo, comenzando por los diputados del Parlamento español tras presenciar en la Sesión de Investidura, me la tragué casi toda, los modales impresentables de muchos de ellos, con insultos de todo pelaje, vociferando y gesticulando si quien hablaba no era de su gusto y cuerda? Señorías, con todos los respetos, que ustedes no tienen, cuando uno habla, el otro escucha, cuando alguien está en el uso de la palabra, se merece todos los respetos, menos el insulto, las descalificaciones personales, los continuos gestos propios de adolescentes matones y descarados. Porque, ¿dónde está la solución, la vía correcta? ¿Pensar de la misma forma que Vd., penosa al gusto de otros? ¿Comulgar con las mismas ruedas de molino con las que comulga Vd., aunque lo haga con la máxima devoción posible? ¿Pensar desde el sentido común que Vd. cree tener? Pero es curioso: quienes más insultan tienen la piel muy fina, no toleran la mínima y pareciera que quieren que el resto de los mortales que no piensan como ellos estén con la boca cerrada, ¿o en la cárcel, como en otras épocas no tan lejanas? Es que uno, quizá desde su inocencia, pensaba que el Parlamento era la Escuela de la Democracia y el paradigma de la tolerancia, el buen hablar y la mejor escucha activa. Y acaso es que estaba equivocado. Lástima. Y una última cosa: en la vida hay que saber ganar y saber perder, si no estamos perdidos.
Pero en fin, quedémonos con las lecciones de Dinamarca que quiero para mi país. Y no tener que decir lo de los niños de la viñeta del siempre genial El Roto: “-¿Qué pediste para Reyes”. - Otro país, pero no me lo han traído”.
... Quizá nada mejor, para eliminar la bilis que llevamos dentro, que escuchar serenamente este vals de Chopin: https://youtu.be/39DwsS6UAAk Dalia Lazar performs Chopin's Waltz, Op. 69 No. 2 in B minor.
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