viernes, 31 de enero de 2020

LAS LLAMADAS DEL FRIGORÍFICO


Tiene que ser triste, al abrir el frigo, encontrar media cebolla, una manzana pequeña y arrugada, un botellín de agua y poco más. Tiene que ser una de las cosas más desoladoras en el trajín de una casa, porque es mascarse la pena y la desgracia. Por el contrario, sin necesidad de que seas un glotón, cuando está bien lleno y apretadas las cosas, quiero decir, los alimentos más variados, el frigo te contagia su canto, su alegría y su abundancia.
Y qué menos que todos los frigoríficos de este mundo se encuentren repletos para aliviar la vida que, de por sí, tantas veces, se les tuerce a muchos marginados de no estar en medio de la tarta y su dulzor, y todos los de la casa y todas las casas del planeta puedan desayunar, almorzar y cenar, con algún picoteo de por medio que tanto regocijo da. Qué menos. De lo contrario esto no funciona, esto va mal, todo lo cual es una pura mierda por muy elegantes que nos pongamos en bodas, bautizos y otras ceremonias y fiestas similares tanto civiles como religiosas. Porque lo primero y esencial es comer para poder vivir dignamente, medianamente bien. Tú y yo y todos. Está bien que tú y yo tengamos la suerte de que estén a tope, qué menos, pero tú y yo y todos tenemos que lograr que los frigoríficos que lloran de soledad y tristeza por la media cebolla y la manzana raquítica y arrugada cambien de fortuna y en sus departamentos suene la música, la alegría y la abundancia. De lo contrario este mundo no dejará de ser una porquería de mundo, injusto, enfermo y desquiciado, nos pongamos como nos pongamos: de perfil, mirando para otro lado o lavándonos las manos a lo Pilatos. Así de fuerte, así de crudo, así de verdadero.
Es la llamada de las cosas de la casa y de las cosas de este mundo. Lo vengo repitiendo todos estas semanas: a poco que pongamos la mirada en ellas y el oído cercano, veremos un deje de melancolía y tristeza y escucharemos su silencio atronador, pero si se sienten bien y en su sitio, nos transmiten su alegría de vivir y el deseo de añadir su canto al canto de los dueños de la casa y la gente que pulula por ella. Hoy le ha tocado al frigorífico. Yo solo he puesto el oído. Nada más, pero nada menos.
Y porque estoy aquí de paso y sé
que quizá nunca vuelva,
quiero dejar los ojos en las cosas,
quedarme un poco en ellas,
y en ellas verme y ser
y darme, hacerme entrega.
Estos versos de Amalia Iglesias nos colocan en su sitio: estamos de paso, lo que no obsta para dejarle buen recuerdo a las cosas que han aligerado nuestras vidas.
Nota no tan al margen: Un buen Gobierno es el que acude a las llamadas de los frigoríficos de la ciudadanía.
... https://youtu.be/MNNbFkb0gBk Ana Vidovic: Valses Venezolanos 2 y 3 - Antonio Lauro

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