sábado, 12 de octubre de 2019

LAS GAFAS PARTE DE NUESTRA IDENTIDAD


Las gafas, que en el decir del psiquiatra y psicoanalista David Dorembaum, no solamente permiten ver con claridad, sino que pasan a ser parte de nuestra cara, de nuestra identidad y de nuestras interacciones”. Y mucho más, a partir de los 50, las gafas nos hacen ver nuestra fragilidad humana o más bien la fragilidad de nuestra memoria, porque nos estamos preguntando como con las llaves, dónde habré dejado las gafas, ya sabes: matarilerilerile y tanto es nuestro despiste que a veces hasta las llevamos puestas. Al final tiene razón el psiquiatra y psicoanalista, son parte de nuestra cara y de nuestra personalidad, mucho más que un simple accesorio.
Es claro que a las mujeres guapas todo les cae bien, hasta las gafas, como a algunos ancianos, más bien ancianas, que tal y como las llevan, muchas, tiene su aquel, pero nada en comparación con un niño, una niña, de dos o tres años. Les añade un duende espacial, mucho encanto y, por supuesto, mucha ternura.
Algunos pesimistas las desprecian porque según ellos, para lo que hay que ver, no merece llevar un engorro más sobre la cara. Mientras que para los que se adaptan bien a todo cuanto venga, y además de optimistas son realistas, lo agradecen al ver incomparablemente mejor, con más nitidez y hasta los detalles más nimios, que muchas veces es donde está la esencia de las cosas y la belleza de lo minúsculo que no se halla es los aspectos y realidades grandiosas.
Tanto a la vieja lectora, como a la jovencísima, les caen de maravilla: la primera ¿qué sería sin ellas, sin poder leer, su mayor afición de siempre?, y a la chiquilla le faltaría ese toque de intelectual que le sale por las orejas y chispa brillante. Y yo mismo, aunque hasta alardeé de tener una vista estupenda, el paso de los años no perdona, y al final no tuve más remedio, ya no me importa que caigan mal o bien, y les agradezco, sobre todo, que se hayan pegado a mi ser con enorme facilidad, así desde que me pongo de pie por la mañana hasta irme a la cama por la noche el servicio que me ofrecen es estupendo e insustituible.
Una de las escenas más estremecedoras de la novela y la película “Soldados de Salamina”, por la piedad del soldado republicano y el desvalimiento de Sánchez Mazas, el principal ideólogo de la Falange, se produce, cuando en medio del bosque, al personaje central, se le rompen las gafas, sin las cuales, tanta era su miopía, no veía absolutamente nada. Aunque lo esencial de la escena son las miradas de ambos y, al final, el miliciano no dispara, nadie sabe por qué le perdonó la vida. Piedad, he dicho, ante el desvalimiento: puede ser.
¡Benditos armarios, decía ayer, divinas gafas, declaro hoy! ¡Benditas las cosas de la casa con su lenguaje callado tan elocuente!

... https://youtu.be/p1B3abRJg6w ¿Qué tal unos fados?

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