lunes, 7 de octubre de 2019

EL SILENCIO SONORO DE LOS ARMARIOS


Los armarios. Son un gran invento, qué duda cabe, porque sirven para tener un orden en la casa y que no esté todo manga por hombro: las camisas con las camisas, los pantalones y chaquetas por su lado y así sucesivamente. Pero cuidado, dado que la inmensa mayoría tiene algo de Diógenes, tenemos, si no hacemos limpieza y damos lo que ya no nos sirve o se ha pasado de moda y hace ya un montón de tiempo que no lo usamos, los armarios, en lugar de tenerlo todo al día y para su uso, se convierten en almacenes y trasteros que van perdiendo su buen nombre. Guardar a buen recaudo, en orden y concierto, y cierto secreto, nuestras cosas y hasta nuestros pensamientos.
¿Qué sería la cocina sin buenos y poderosos armarios, hoy que han sustituido a las alacenas antiguas de dulce recuerdo, tanto por lo que contenían como por llevar ese nombre tan hermoso? No deja de ser una gozada verlo todo perfectamente colocado: los vasos con los vasos y dejando sitio a las copas, a no ser que se hayan ido ellas solas al aparador del comedor para lucirse más, los cubiertos en pie de guerra, la vajilla de los días de trabajo al alcance rápido, porque la de fiesta tiene otro armario más a su gusto y en consonancia, ollas, sartenes y cazuelas en las partes bajas y, si no hay despensa al lado, un armario hermoso, de arriba abajo, para todo tipo de alimentos, desde pastas y galletas, chocolates, mermeladas y las conservas más del gusto de cada miembro de la familia, y más abajo las patatas, los ajos y las cebollas, junto a la gran garrafa de aceite de oliva virgen.
Es difícil imaginarse una casa sin armarios, ¿como un jardín sin flores, un castillo sin almenas, un pueblo sin su plaza, una plaza sin árboles ni asientos, una personalidad descompuesta y al viento del mejor postor, y cada cosa en perfecto desconcierto, desgobernada?
¿Cuando decimos que alguien tiene bien amueblada la cabeza estamos pensando en los armarios? Pudiera. Porque de eso se trata, al menos para empezar, poniendo orden en la vida, dando prioridad a las cosas importantes e imprescindibles. Después vendrá dar el máximo contenido y sentido a cada cosa, a cada función. Y por orden, no todas son iguales, como los políticos, las hay excelsas, muy buenas, otras de andar por casa y las hay que estarían mejor muy lejos, porque no aportan nada o enturbian el paisaje con su toxicidad. Y ya puestos, con un poco de elemental sentido crítico, estarás conmigo que la Presidenta de la Comunidad de Madrid tiene muy mal amueblada la cabeza, porque cada vez que habla suelta mayor barbaridad, teñida de estupidez, y no la ha dejado sola el Sr. Aguado, su Vicepresidente: aprovechó para liarla más ¡Santo cielo!
Dejo para el final el servicio secreto de inmenso valor, que alguno de los armarios, en algún momento delicado, ha prestado con escrupulosidad salvando al amante, bien escondido entre los trajes, tras oír la entrada del dueño de la casa y marido de la amada y a esta del encontronazo con su ser más querido en otros tiempos, ay.
Pues eso, que benditos armarios por todo lo que encierran, por todo lo que sirven y salvan. Por todo el orden que ponen en nuestras vidas.
... Y bendita la buena música por todo lo que encierra y regala a nuestros oídos: https://youtu.be/1AAXofuZ624 No te pierdas esta Pavana de Fauré

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