lunes, 21 de octubre de 2019

EL BRINDIS DE MI SOMBRERO


Siempre he dicho que para mí lo mejor del sol en verano es la sombra. Y nada como un sombrero como los que me he agenciado últimamente. El de paja, austero, que compré hace tiempo, y el de Panamá, una pasada, un precioso regalo de Inés y Alba, mis hijas. Gracias, hermosas.
Si me quieres ver en verano, en Viana de Cega, a eso de las doce y pico, me verás con las gafas de sol y uno de los dos sombreros, más tieso que don Rodrigo en la horca, camino de la piscina del Coto del Cardiel, no tanto a bañarme y hacer unos largos, que no es lo mío, como a tomar el vermut con mi santa y los amigos. Volveré y lo colgaré en el dormitorio hasta el día siguiente porque ya cumplió su cometido, reservarme del sol implacable a esas horas del mediodía en tierras de pinares.
El sombrero hace buenas migas con la visera en mi imaginario, porque es lo que llevaba puesta en invierno y en verano, hiciera calor o hiciera frío, mi padre, y para mí aquel gran hombre y bueno, sobre todas las cosas, era mi Dios, el espejo en el que me miraba junto a mi hermano, siempre queriendo ser mayor para parecerme a ellos y hacer cuanto ellos hacían: montar a caballo, cargar de mies el carro como ellos, comer y sudar, enamorarme de las mismas chicas que mi hermano, dormir en las eras contando las estrellas, siempre con la visera al lado, que es cuando mi padre se la quitaba, o cuando entraba en la iglesia.
Por ello cuando me lo regalaron mis hijas, y nada de un sobrero de paja, sino uno de los mejores de la tienda de la calle de La Pasión, me llenó de orgullo, por ellas, y por haberme sacado de mi austeridad a veces pacata y tirar la casa por la ventana a la sombra de la visera más valiosa en mi vida dentro también del leve ascetismo de quien fuera recio labrador de Tierra de Campos de tierra y buen mozo en sus años de merecer.
Ya ves cómo un simple sombrero, cosa-objeto, te levanta de la silla, te atrae y te lleva a los mejores y más sabrosos recuerdos de tu vida. Te habla si pones el oído atento y puedes conversar con él sabiendo que siempre te guardará los secretos. Si en su día un canto rodado supo transportarme y hacer que yo me hiciera las grandes preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿De dónde venimos? ¿Cuál será nuestro final? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Cómo no me va a llevar a lo mejor y más granado de mi vida este sombrero que tengo ahora detrás de mí, colgado en la pared, y que me espera como un fiel vasallo? Más que un brindis al sol, mi sombrero le ofrece un brindis a la deliciosa sombra.

... https://youtu.be/QrdeD8LLoCM Fandangos de Boccherini. Les encantaría, oírlos y verlos, a mis padres y a los tuyos.

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