viernes, 16 de agosto de 2019

LA MEMORIA, ESA CAJA DE SORPRESAS


La memoria es una caja de sorpresas y, a la vez, de finos diamantes donde guardamos, como el mejor de los tesoros, nuestros recuerdos, que aparecen sin llamarlos y se detienen hasta que ellos mismos dan la orden de pasar página. A medida de ir cumpliendo años, nos olvidamos de lo que acabamos de hacer, pero en su contra afloran como recién salidos del horno los recuerdos de la niñez y la adolescencia. ¡Cuántas páginas se podrían escribir si nos pusiéramos a ello! ¡Cuántas miles de páginas tienen durmiendo en sus cajones muchos escritores, si bien solo algunos de ellos se deciden a publicar algunas para placer de sus lectores y ocupar un lugar dignísimo en la más alta y exigente literatura!
Están ahí agazapados, deseosos de salir a la luz y a la vida, después de haber pasado por la muerte y el olvido, momentos capitales en la vida de cualquiera y otros que, aun cuando no hayan tenido apenas importancia, siguen siendo tan sabrosos y elocuentes como entonces.
Por eso nos parece tan terrible ese tsunami del Alzheimer que se lleva por delante todo cuanto acontece en el cerebro sano, dando como resultado un ser-no ser a la deriva, sin conocer ni a los suyos ni a los otros, con la mirada siempre fija en el infinito de la nada y del vacío, sin poder recrearse con el gorrión que se posa inquieto en la ventana y levanta el vuelo con un manojo de nervios consigo buscando la mejor rama del árbol más cercano, porque no hay ventana, no hay pájaro, no hay rama, no hay árbol, no hay nada.
Lo describe Philip Roth al acompañar a su padre en la lucha contra un tumor cerebral en el libro “Patrimonio – una historia verdadera”: “Estar vivo es estar hecho de recuerdos. Quien no está hecho de recuerdos no está hecho de nada”. Estar vivo es poder utilizar la memoria a discreción. Sin recuerdos somos seres nadando en el mar del olvido, en el océano de la nada. Termina el libro con esta frase lapidaria y tan significativa: “No hay que olvidar nada”. Porque todo forma parte de esta biografía que tanto nos cuesta levantar y que quede permanentemente en pie.
Así los canta con su aire particular siempre excelso, Juan Ramón Jiménez: “Como médanos de oro, / que vienen y que van / en el mar de la luz, / son los recuerdos. / El viento se los lleva,
y donde están están, / y están donde estuvieron / y donde habrán de estar... / (Médanos de oro). / Lo llenan todo, mar /
total de oro insondable, / con todo el viento en él”.
Y Ralph Waldo Emerson, el escritor, filosofo y poeta estadounidense, que sufrió al final de su vida una demencia que bien pudo ser Alzheimer, nos dejó bellos pensamientos y poesías de mucha altura: “No lances más tus anchas ramas ambiciosas y tus raíces. / Salidas fantásticas no inventes más. / Contrae tu firmamento / al espacio de una tienda”. Ya ves, estaba describiendo su estrecha situación en el amargo vivir de sus olvidos: Todo su firmamento anterior quedaba reducido a una humilde tienda, ay.
Po quedémonos mejor con la comparación del poeta de Moguer: “Como médanos de oro”. Así nuestros recuerdos.
... Y para recuerdos, esta canción antigua que, cantada por Marina Rosell, corta el aire y el aliento:
https://youtu.be/jXBHKItPThY

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